El confinamiento a raíz del Covid-19 ha puesto a las familias en una
situación excepcional, la de pasar las veinticuatro horas juntos, en casa. Una
situación agobiante pero, también, una oportunidad de pasar un difícil examen
familiar en el que no hace falta sacar un sobresaliente: con un aprobado,
basta.
Dos, tres, cuatro, cinco… semanas en casa, con los hijos. Ejerciendo de padres
y madres las veinticuatro horas del día. Sin apenas poder salir y con la
incertidumbre sobrevolando nuestras vidas. La perspectiva, no nos vamos a
engañar, es dura. Para empezar, porque la situación obliga a cambiar,
drásticamente, de ritmo. Y eso cuesta en una sociedad adicta a una
hiperactividad a la que los pequeños no son ajenos. En los últimos años los
niños han sido arrastrados a unas existencias frenéticas.
A unas jornadas en las que escasean el juego libre y las horas sin pautar que han sido sustituidos por agendas de ministro, trufadas de horas de colegio, extraescolares, pantallas y constantes actividades.
A unas jornadas en las que escasean el juego libre y las horas sin pautar que han sido sustituidos por agendas de ministro, trufadas de horas de colegio, extraescolares, pantallas y constantes actividades.
El papel de los padres.
Tienen que ejercer de maestros, cuidadores, compañeros de juegos y
‘policías’.
Nunca niños y adultos habían pasado tan poco tiempo en casa. Sin
embargo, un virus aún más frenético que nuestra sociedad nos obliga a parar en
seco. Y a convivir a tiempo completo poniendo a millones de familias en una
situación difícil de gestionar. “Es
una situación excepcional, realmente”, reflexiona la psicóloga
de familia Agnès Brossa. “En
general, hoy los padres estamos poco en casa con los hijos. Todo está muy
guiado y pautado y nos limitamos a diseñar o acompañarlos a las muchas
actividades programadas”.
Pero este rol de acompañante o de director de actividades ha cambiado. “De hecho, esta crisis magnifica
el papel de los padres: hemos de adaptar diferentes roles. Tenemos que ejercer
de maestros y de cuidadores. Instaurar unos hábitos en el hogar. Ser compañeros
de juegos pero, también, marcar unos límites, ser policías. E informarles de lo
que ocurre sin causarles pánico ni angustia. Todo un reto”.
La psicóloga Maribel Martínez , otra especialista en terapia familiar,
coincide que esta es una situación inédita: “Ni
en vacaciones vamos a tener tanto tiempo para pasar con nuestros hijos. Porque
en vacaciones entramos y salimos… ¡Pero esto son veinticuatro horas!. Está
siendo muy intenso”, recalca. Martínez, autora del libro ¿Cuántas
veces te lo tengo que decir? (editorial Arpa), añade un nuevo rol de los padres
en estas circunstancias: el de psicólogos. “Porque
si para los adultos esta situación es difícil, para los hijos también todo es
incertidumbre”. Independientemente de la edad: “Los más pequeños sufren porque
no entienden nada y quieren salir a jugar y no pueden… Y los más mayores,
entienden demasiado y no lo digieren. ¡Es tremendo para todos!”.
Límites y paciencia.
Hay que cultivar el autocontrol para evitar más tensión de la necesaria.
Que esto ocurra depende también de que los padres marquen límites: una
herramienta que va a ser básica estos días. Además de los límites, la paciencia
será también muy necesaria. Ante pataletas, frustraciones, gritos y peleas
entre hermanos, mucha calma. “Lo
importante es no estresarnos. Que cuando la criatura se enfurezca, el padre o
la madre lo vean como una cosa normal y no pierdan los estribos”,
aconseja Brossa. El autocontrol de los adultos va a tener que cultivarse estos
días para evitar más momentos tensos de los necesarios. Como también es
necesario darnos espacios individuales.
Buenos hábitos.
Las rutinas y las pequeñas obligaciones son básicas para mantener la
armonía.
Y para ello, es importante diseñar un horario. No hay especialista en
salud mental que no recomiende establecer rutinas en esta situación de
confinamiento. “Es básico”,
dice Maribel Martínez. “Porque
toda nuestra vida está absolutamente desmontada y sin horarios y con todo el
día por delante, podríamos hacer la cama o no hacerla o comer a las tres de la
tarde o no comer”. ¿Cómo empezar a organizarse?. “Cuidando los
biorritmos de la vida cotidiana y ordenando la vida familiar: lo primero,
levantarnos todos a una hora razonable”, proponen ambas especialistas. Pero,
¿no está bien que alguno se despierte antes o después, para procurar esos
espacios individuales?. “Bueno,
no hace falta ir a ritmo marcial pero tampoco que cada uno haga lo que le dé la
gana, porque entonces los biorritmos van a cambiar mucho y la familia se ve
totalmente desestructurada. Así que lo primero es tener unos horarios
similares”, insiste Martínez.
Las rutinas son fundamentales. Como también, las pequeñas obligaciones.
De sacar la basura a poner la mesa o la lavadora y ayudar a limpiar.
Actividades (especialmente, la primera) que pueden ser, incluso, ansiadas por
los adolescentes, con tal de poder salir a tomar el aire unos minutos. Hay
familias, como la de la barcelonesa Barbara Rico, con tres niños de entre seis
y tres años, donde se implementaron horarios desde el primer día del estado de
alarma. Las rutinas incluyen gimnasia, baile y limpieza en familia, tiempo para
manualidades, para ver una película y para juegos de mesa. “Somos
proactivos porque creemos que es importante estar con ellos en estos momentos”,
dice Bárbara.
Conciliación.
Padres por turnos: mientras uno teletrabaja, el otro se dedica a los
niños.
Eso no quiere decir, matiza, que estén siempre encima: “También hay espacios para cada
uno, para la pareja y para que los niños jueguen a su aire”. Por
suerte, dice, juegan muchísimo solos, un hábito saludable que quizás se
recupere después de esta crisis. Barbara y su marido son propietarios de El
Morro Fi, una cadena de bares que han tenido que cerrar de forma temporal. “Obviamente, no podemos trabajar
desde casa por lo que es más fácil organizarnos. Tenemos una cierta ventaja”,
dice.
Porque hay muchas progenitores a los que al agobio de estar confinados
con las criaturas se les añade el de tener que teletrabajar. Es el caso de Jane
y Daniel, padres de un niña de cinco y un niño de un año. “La
rutina familiar la hemos organizado alrededor de cinco comidas al día”,
explica la madre. “Lo hicimos para
tener algo de estructura y, la verdad, está ayudando”. Como “es imposible
dejarlos entretenidos”, hacen turnos para estar con los hijos
mientras el otro trabaja algo que, confiesa, tampoco es sencillo: “Están pasando tantas cosas que
la concentración en una tarea medianamente compleja es muy complicada”,
dice. Sin desdeñar el trabajo, la prioridad de la pareja es la tranquilidad de
la familia: “Lo primero es
nuestra salud mental”.
“Los veo menos que
nunca; cada uno encerrado en su cuarto”, dice una madre de dos
quinceañeros.
Les mata no poder salir al jardín comunitario con los niños pero se
consuelan que, por lo menos: “No
tenemos el estrés añadido de los deberes escolares, como está pasando en muchas
casas. Además, todavía estamos en la fase que nuestros hijos creen que somos lo
mejor del mundo, y eso reconforta”. De hecho Rita, la mayor, les
dijo, el quinto día de confinamiento, que le “encantaba” estar en casa todo el
día con sus padres. “¡A ver qué opina
cuando llevemos un mes o más!”, bromea Jane.
Con los hijos más mayores las dinámicas son diferentes. En parte,
porque todo buen adolescente detesta que se le diga lo que ha de hacer y ama
encerrarse en su habitación. “La
verdad, no he hecho menos familia en mi vida que durante estos días: ¡cada uno
está en su cuarto!”, explica la escritora Sabina Pons, madre de
un adolescente de quince años. La criatura no requiere atención pero, por no
hacer, “no hace ni los
deberes online”, dice su madre, algo desesperada tanto por la
actitud del hijo como por la invasión de arco-iris en las ventanas. “Si me ponen una foto más en
Instagram de una familia jugando a juegos de mesa… ¡Me da algo! Yo hago lo que
puedo pero, la verdad: todo esto me está comiendo la moral”,
resume.
Contexto de frustración.
No podemos ni deprimirnos ni entrar en pánico, porque el miedo se
contagia.
¿Tenemos también derecho a pataleta, los padres?. “Sí,
por supuesto. Y creo que el sentido del humor es fundamental”,
dice Agnès Brossa, que recalca que la familia perfecta solo existe en las
películas. “En las familias
reales hay sentimientos positivos y negativos y en estas situaciones extremas
los negativos aflorarán. Eso no nos ha de hacer sentir culpables”.
Maribel Martínez coincide con ella: “Esta
situación no tiene un contexto de felicidad sino de frustración, miedo e incertidumbre.
Pueden surgir muchos problemas. Pero eso nos obliga a dar lo mejor de nosotros
y adelantarnos a ello. No podemos ni deprimirnos ni lamentarnos ni entrar en
pánico, porque el miedo se contagia. Esto tiene que ser nuestra gran
motivación. Pero va a ser duro: es una prueba de fuego”.
Una prueba en la que el concepto de madre o padre “lo suficientemente
buenos” tiene que bastar. Este no es momento para aspirar a ser los mejores
padres y madres del mundo. Todo es tan excepcional que incluso algunas normas
—como el tiempo de uso de pantallas— van a tener que ser flexibilizadas (“Aunque siempre con límites”, matizan
las dos expertas). En definitiva: tenemos que conformarnos con conseguir
pequeñas cosas día a día. Y, apelar al sentido común, como sugiere el filósofo
Gregorio Luri, autor de un libro titulado Elogio de las familias sensatamente
imperfectas (Ariel). De todos modos, Luri se niega a dar más consejos en una
situación como ésta. “Las
familias están haciendo lo que pueden con los recursos que tienen. Y yo sólo
puedo decir: ¡Ánimos!, estoy seguro que lo estáis haciendo muy bien”.
PARA AMPLIAR:
- Cuarentena, una oportunidad para fortalecer la familia.
- Consejos para la convivencia familiar durante el confinamiento.
- Consejos para vivir mejor el confinamiento con adolescentes.
- Cómo sobrellevar el confinamiento en familia.
- Día de la familia.
- Cuando salgamos de ésta...
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO EN FAMILIA:
- ¿A qué conclusiones llegamos tras la lectura de este artículo?. Sería excelente poder leerlo todos y luego compartir las diferentes percepciones y dialogar a partir de ellas.
- ¿Qué es lo mejor que este confinamiento ha sacado de nosotros mismos?, ¿y lo peor?. ¿Cómo estamos disfrutando de "lo mejor"?, ¿cómo estamos superando "lo peor"?.
- ¿En qué hemos avanzado como familia, en nuestras relaciones, corresponsabilidad,...?. ¿Cuáles han sido las claves de estos progresos?. ¿En qué hemos descubierto que necesitamos mejorar y por qué lo creemos así?.
- El próximo 15 del mes de mayo es el "Día de la familia" ¿cómo podríamos celebrar nuestro día dentro de nuestras circunstancias y hacer especial mención de todo lo bueno que hemos hallado en y entre nosotros?.
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