Si mirásemos todas y cada una de nuestras actitudes en la vida, todo cuanto pensamos, hacemos o queremos hacer, desde la pregunta: "¿Hallo en esto verdadera felicidad?, ¿me realiza verdaderamente como persona?, ¿me sirve para dar respuesta al sentido vital que busco?"... muy posiblemente las respuestas y las decisiones a tomar serían distintas a aquéllas que tomamos a bote pronto o de forma impulsiva.
Esto implica dos elementos clave:
- REFLEXIÓN
PERSONAL: Es
pararse, contemplar la o las opciones que se nos presentan, indagar sobre
otras posibles y tratar de describir ventajas, inconvenientes y también
las dudas que ésa o ésas opciones nos plantean. Valorar después el
grado de importancia de cada una de esas consecuencias posibles -antes de
realizar cualquier actuación- y embastar una posible respuesta madurada
personalmente.
- CONFRONTACIÓN
DE ESA OPCIÓN:
Los padres y madres somos referencia constante para nuestros hijos, lo
parezca o no. Propiciemos con nuestros hijos tal ambiente de
comunicación que el hablar de sus dudas, dilemas, opciones a tomar
ante cualquier cosa se convierta en tema de conversación entre ellos y
nosotros: con franqueza, sencillez y naturalidad y al hacerlo podamos
ofrecerles nuevos elementos para la reflexión, otras perspectivas que les
puedan ayudar a reconsiderar sus primeras decisiones y hacerlas más
responsables o reforzar sus ideas al respecto. Recordemos que "para
que un acto humano pueda decirse que es responsable" necesita
tres características esenciales:
- Ser libres para hacer lo que
hacemos o queremos hacer.
- Ser
conscientes plenamente de ello; saber lo que
hacemos.
- Querer hacerlo.
Llegados
a este punto el o la joven se hallará en mejor disposición de tomar aquella
decisión que le pueda ofrecer mayores posibilidades de vivir realmente feliz. Aún así... siempre habrá
equivocaciones pero éstas siempre serán menos en cantidad y graves que aquéllas
en las que incurrimos cuando la impulsividad es quien nos domina y no nosotros
a ella.
2.- AUTOESTIMA.
No podemos AMAR al otro si no sabemos lo que es la estima a uno mismo o si nos
infravaloramos de tal manera que consideramos que no representamos valor
alguno. No podemos dar lo que no tenemos.
Ayudar a nuestros hijos a adquirir y desarrollar esta cualidad empieza desde el instante mismo de la concepción:
Ayudar a nuestros hijos a adquirir y desarrollar esta cualidad empieza desde el instante mismo de la concepción:
- Las caricias del
vientre materno: el cuerpo es parte esencial de nosotros y es a través de
él que comunicamos también los afectos.
- Decirle cosas agradables y
procurar en el hogar mantener una comunicación respetuosa y cariñosa entre
los miembros del hogar.
- Evitar situaciones de
stress en todo lo posible: el nuevo retoño capta todo cuanto la madre
siente, sufre o goza, nada le es ajeno.
- Hablar de él, o ella, entre los padres con
naturalidad y de lo que sienten por él o ella: es una manera de
demostrarle que "contamos con su presencia, que es importante para
nosotros".
- ...
Tras su
nacimiento y a medida que va capacitándose para ser cada vez más autónomo, reforzar
positivamente cada uno de sus logros: de esa manera él irá construyendo una
imagen positiva de sí mismo y aprenderá
a valorarse, autoestimarse; pero sin renunciar a llamar la
atención sobre aquello que no ande bien:
- Alabar el esfuerzo más que el resultado
final.
- En los aparentes fracasos,
analizar con él las causas de ese resultado pero destacar cuanto se
ha hecho para intentar obtener un resultado mejor.
- Desarrollar el método
"actuación-reflexión/valoración-nueva actuación-
reflexión-valoración" en nuestra forma de acompañarle
en cuanto hace.
- Evitar todo tipo de
calificativos peyorativos o encasilladores hacia su persona, aunque
seamos críticos con los hechos y actitudes: tiene que descubrir que su
valor es infinitamente mayor que todas sus actuaciones y manifestaciones.
- Propiciar el desarrollo
de sus potencialidades o cualidades en lugar de señalarle sus
carencias o limitaciones.
- Llamar la atención sobre aquellos pensamientos
y expresión de los mismos en que se evidencie claramente un mal concepto
de sí mismos (no es en sí éste el problema sino "la raíz de
donde arrancan esos pensamientos y expresión de los mismos", ver el
porqué se piensa así y tratar de desmontar su silogismo mediante
dinámicas, nuevas prácticas y actitudes que reeduquen el autoconcepto).
- Ayudar a nuestros hijos e
hijas a liberarse de la necesidad de "no cometer errores
jamás", enseñarles a aceptar las
limitaciones, dudas y errores,... mostrando estas
circunstancias como elementos que forman parte de nuestro personal proceso
de maduración.
- ...
Una persona no se desarrolla a sí misma si no es en libertad pero la libertad sin responsabilidad acaba siendo tiranía de cualquier impulso sobre nosotros mismos.
La libertad es un don pero también es una conquista; es decir: en la medida en que demostramos ser responsables de nosotros mismos vamos haciéndonos acreedores a mayores cotas de libertad.
Y ¿cómo adquirir la capacidad de ser responsable?. A modo de ejemplos sencillos desde dos ámbitos muy cercanos y desde edades bien tempranas a medida que podamos realmente asumir estas tareas:
EN EL ÁMBITO FAMILIAR (siempre de acuerdo con los padres y madres o tutores):
- Mantener nuestras
pertenencias (juguetes, libros, ropa,...) bien organizadas.
- Cuidar la limpieza y orden
de la propia habitación.
- Poner y quitar la mesa, en
cada momento de las comidas.
- Lavar la losa, barrer
la casa, fregar el suelo,...
- Cuidar de los animales y plantas domésticas.
- Ayudar en las tareas de la
compra o realizarlas de forma autónoma.
- Tender la ropa
tras el lavado, recogerla, plancharla, colocarla en su lugar,...
- Colaborar en las tareas de
cocina o encargarse de ello en parte o totalmente.
- etc...
EN
EL ÁMBITO ESCOLAR (de
acuerdo con lo que se acuerde en cada centro escolar o aula):
- Abrir y cerrar ventanas y
puerta de acceso al aula.
- Reparto de libros,
cuadernos o carpetas al resto de compañeros y compañeras.
- Velar por el buen orden y
limpieza del mobiliario del aula.
- Llevar control de la
biblioteca de aula y de los instrumentos de juego o didácticos.
- Cuidar de las plantas
-macetas- y alguna mascota que estén en el aula.
- Cambiar la fecha cada día.
- Llevar memoria de los
santos y cumpleaños de los compañeros y compañeras.
- Estar al tanto de que no
queden ventanas ni puertas abiertas ni luces encendidas al acabar las
clases.
- Controlar que no queden
papeles ni objeto alguno botados en el suelo al terminar la jornada.
- etc...
Todas
estas tareas y
muchas otras que a los propios niños y niñas se les puedan ocurrir o les
podemos sugerir tienen no sólo un valor en sí mismas (aportan un
beneficio tanto al grupo de personas como al ámbito físico en cuestión) sino
también y sobre todo por lo que aporta a la propia persona:
- El niño o niña o joven aprende a valorar su
esfuerzo e interés en ello como claves para un buen resultado.
- Adquiere conciencia de la necesidad de la
constancia: para mantener algo en buenas condiciones no vale con
cuidarla sólo un día y luego olvidarse de ella.
- Valora cada vez más sus cualidades
(más todavía si le ayudamos a descubrir que "gracias a ellas él o
ella ha sido capaz de realizar su tarea muy bien").
- Los errores o malos resultados, si son
debidamente utilizados para un posterior diálogo sereno con nuestros hijos
-buscando sus causas y proponiéndonos alternativas para evitar esos fallos
en el futuro-, sirven para descubrir que "todo se puede
rehacer y que un error no significa la imposibilidad de hacerlo mejor en
otra ocasión" (sólo precisa reflexionar antes un poco más y tomar
las debidas precauciones o medios).
- Comprende que los buenos resultados dependen
en gran parte del grado de implicación que ha demostrado en
esa tarea y esos buenos resultados le aportarán mayor alegría.
- ...
- Aprendiendo a ser responsable de
éstas y otras cosas o tareas está interiorizando un aprendizaje mucho
mayor: SER RESPONSABLE DE SÍ MISMO.
Podemos
también partir de lo que nuestros hijos e hijas propongan realizar
libremente, acoger sus propuestas, animarles a realizarlas, aunque quizás
nos parezcan difíciles para ellos (como siempre queda el recurso del
diálogo con ellos... ya habrá tiempo luego para hablar sobre los resultados, de
sus causas y consecuencias y de ahí saldrán conclusiones que ayudarán a
realizar las cosas de mejor manera en la siguiente ocasión).
En la medida en que nuestros hijos vean que son capaces de responder de
aquello en lo que se comprometen van adquiriendo mayor confianza
en sí mismos, se capacitan para ser autónomos y, por lo tanto, para
asumir nuevos retos, tomar iniciativas, generar creatividad y mayor autoestima.
Si no tienen ocasión de demostrarse a sí mismos que son capaces de responder ante los retos a los que se comprometen, tampoco tendrán fácil el tomar conciencia de que son responsables de sí mismos.
Cuando en las relaciones afectivo-sexuales tengan que plantearse sus disyuntivas, alternativas,... y cumplir adecuadamente con sus responsabilidades (estudios, etc...) van a necesitar esta formación en la libertad y responsabilidad.
4.- COMUNICACIÓN PADRES-HIJOS.
Nada de todo lo anterior se construye adecuadamente si no existe una buena comunicación entre padres e hijos.
Esta buena comunicación no se construye tampoco de la noche a la mañana, es fruto de un proceso en el que padres e hijos interactuamos unos con los otros, desde el mismo instante en que tenemos vida.
A veces sucede que "nos quejamos de lo pesaos que son porque no nos dejan ni a sol ni a sombra en paz... y les mandamos a callar sin más, porque sí,... pero llega un día en que vemos que ya no nos dicen nada, que parece que "passan" de nosotros, y entonces... desearíamos hablar de mil cosas con ellos pero... ahora... ya no están". (Es obvio que hay que enseñar a los hijos a "respetar espacios y momentos que los adultos reclaman para sí mismos" pero teniendo en cuenta también las circunstancias, etapas y necesidades que los hijos plantean en su proceso de desarrollo personal). No rompamos puentes.
Elementos constitutivos de esta buena comunicación:
- Actitud de ACOGIDA del lenguaje verbal como del no-verbal: palabras y gestos físicos,
expresiones faciales,... nos comunicamos con todo nuestro cuerpo, por lo
tanto nuestra atención debe estar centrada en todo él.
- Actitud de ACOGIDA del mundo emotivo: emociones y
sentimientos. Ese mundo emocional nos da grandes pistas de nuestro estado
interior (a veces difícil de explicar y, por lo tanto, también difícil de
entender en el otro) y es más que importante que lo valoremos y hagamos de
él tema de conversación.
- Actitud de ESCUCHA (que no es lo mismo que
OIR). Escuchar no es fácil: requiere guardar silencio en nuestro
interior (no basta sólo con no hablar) evitando que nuestros pensamientos
obstaculicen la comprensión de lo que el otro nos comunica y también
rechazando pre-juicios (muchas veces relacionados con experiencias pasadas
que en realidad ya no vienen a cuento).
- Devolver al otro muestras
de que es entendido correctamente, que comprendemos lo que nos
está planteando (no pocas veces un proceso de comunicación se rompe
sólo porque una de las partes sospecha que "la otra parte no le
estaba entendiendo nada y que no mostraba en esa comunicación interés
alguno") y no tener remilgo alguno en ir aclarando dudas y
cuestiones, sobre la marcha o bien al final.
- Respeto
mutuo:
evitando todo juicio peyorativo de la persona (podemos juzgar hechos,
actitudes de la forma más objetiva posible,... pero nunca entrar en
afirmaciones gratuitas, generalizaciones en las que juzgamos a la persona
como tal).
- Comunicación
asertiva: tratando de expresarnos tal como pensamos y sentimos, con total
honestidad, respetando al otro y haciéndonos respetar a nosotros mismos
también.
- ...
En la
medida que pongamos esto en práctica iremos haciendo entender a nuestros hijos
que "ésta es la forma adecuada de comunicarse también con sus
iguales". (Puede que nuestros hijos no hagan
lo que les decimos que hagan, pero es prácticamente seguro que sí harán lo que nos vean hacer).
De esta manera también iremos construyendo una "complicidad" natural que permitirá a nuestros hijos e hijas en momentos o etapas de dificultad poder tener la CONFIANZA de comentar lo que sea porque tendrán la seguridad de saber que "seguiremos acogiéndoles como siempre lo hicimos" y obtendrán de nosotros como mínimo una respuesta honesta, respetuosa, amorosa y, al mismo tiempo, crítica si es necesario (no somos sus "colegas", somos sus padres).
5.- COHERENCIA, AUTENTICIDAD.
Ya queda dicho o mencionado en la anterior clave: "Si los padres, que somos sus principales y primeros educadores, no vivimos eso que les predicamos... no esperemos maravillas: nuestros hijos e hijas necesitan ver correspondencia entre las palabras y los hechos o actitudes nuestras para comprobar su veracidad y saber si es creíble o no nuestro discurso".
No podemos educar en lo afectivo-sexual a nuestros hijos de forma adecuada si cada vez que sale este tema huimos de él o lo abordamos de forma antinatural, o al revés: excesivamente a la ligera y derivándoles a tal o cual página web o tal o cual institución que "nos han dicho que dan unas charlas muy interesantes"... pues aunque esos recursos realmente sean muy buenos... tenemos que saber que los hijos no buscan sólo información en su comunicación con nosotros (les importa -además de esa información objetiva- lo que pensamos y sentimos, cómo lo vivimos nosotros,... y plantearnos sus dudas, temores, espectativas,...).
También esto forma parte de un proceso y se construye con muchos elementos muy sencillos:
- Empezando por manifestar
naturalidad ante nuestros cuerpos desnudos (cuando los hijos son
chiquitos no tenemos porqué escondernos o taparnos con brusquedad o apuro
porque el pequeñín asomó su cabecita cuando nos escuchó salir de la ducha
o cuando nos sorprendió cambiándonos de ropa interior,...).
- Hablando de las diferentes
partes del cuerpo y sus funciones cuando los niños pregunten sobre ellas o
manifiesten de alguna manera ese interés, dando respuestas sencillas pero claras y
sin tapujos, con total naturalidad también. Así en cualquier etapa del
desarrollo de nuestros hijos e hijas.
- Aportando nuestra visión
personal de lo afectivo-sexual y entablar diálogo con nuestros hijos e
hijas al respecto, reflexionando juntos, razonando cuestiones, tratando de ver a
qué nos conducen o pueden llevarnos unas decisiones u otras,... porque es
así como vamos enseñando a pensar y a crecer en sentido crítico ante el
ambiente.
- Hablando de este asunto no como algo especial o
fuera del contexto de la educación que damos a nuestros hijos (mostrar
fijación u obsesión por algo mitificándolo no ayuda a crear armonía en esa
educación) sino como parte integrante e interrelacionada con todos los
demás aspectos de esa educación.
Tampoco
podemos "educar" a nuestros hijos si claudicamos de nuestro papel de
padres y madres: ¿Dónde
queda la referencia que a ellos les aporte seguridad si nos manifestamos ante
ellos sólo como unos "colegas" más?, ¿qué orientación podremos
aportarles si somos incapaces de marcar límites o plantear formas alternativas
más realizantes y positivas de desenvolverse en la vida distintas de las que ya
observamos en nuestros hijos?,...
"No todo vale", eso lo sabemos y tratamos de vivirlo. Por lo tanto, no aparentemos ante nuestros hijos "como si realmente sí valiera todo y de cualquier manera", demos a cada cosa su importancia y hagámoslo entender.
PARA AMPLIAR Y PROFUNDIZAR:
- Hablemos de sexo con nuestros hijos.
- Guión del curso "Educación afectivo-sexual".
- Introducción al curso "Educación afectivo-sexual".
- La persona, ser de encuentro.
- Mi cuerpo está cambiando.
- Vivir los cambios como algo positivo.
- La sexualidad me permite amar con el cuerpo.
- La sexualidad me permite transmitir la vida.
- Mis amigos, mi familia,... crecer con el grupo.
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