viernes, 4 de marzo de 2022

Ayunar de toda violencia, llenar la vida de paz

Estamos viendo ya las consecuencias de esta guerra Ucrania-Rusia de la que ya poco importa saber sus causas pues cada cual, según quién paga o domina los medios, dice unas cosas u otras. Lo que es evidente son sus consecuencias. Por otra parte... no es ésta la única guerra hoy cubriendo de sangre y destrucción los suelos de nuestra Casa Común (ahí está la del Yemén -por poner un simple ejemplo- de la que casi nadie habla y que lleva ya 6 años desangrando al país).

A quienes nos duelen estas heridas no nos sirve buscar culpables, juzgar y condenar sino tender las manos y clamar unidos por la paz.

El Papa Francisco propuso hacer un "ayuno por la paz el pasado Miércoles de Ceniza"; la intención era que este gesto nos ayudara a recobrar la sensatez, la memoria histórica de tantas guerras que sólo han traído destrucción, pobreza, dolor y angustia. La Cuaresma es un buen tiempo, una buena ocasión para educarnos en la paz.

Necesitamos mirar aquello que nos une y sentir que “el otro es OTRO YO” y que mi bien es inseparable del suyo y que en concordia alcanzaremos más altas metas que enfrentados o enemistados.

Nuestra realidad cotidiana, espacio de paz.

Puestos a andar… empecemos por cada uno de nosotros: cuesta a veces perdonar al otro pero también a nosotros mismos; ¡cuántas veces nos machacamos por errores que hemos cometido en el pasado y aún recordamos con amargura o vergüenza!; es hora de hacer las paces, es hora de perdonarnos todas nuestras equivocaciones. Es hora de levantar la cabeza y caminar sendas de vida nueva. Busquemos así la paz con nosotros mismos.

Miremos también a nuestra familia. ¿Hay enemistad entre nosotros?. Busquemos excusas si acaso hacen falta para encontrarnos y dialogar, entendernos, abrazarnos (haya COVID o no), reconocer cada cual sus errores, buscar maneras de relacionarnos mejor que hasta ahora,… pues mucho tenemos que ganar y nada que perder. Es hora de ser familia de verdad.

Lo mismo podríamos decir de nuestras relaciones sociales empezando por las más cercanas: nuestros vecinos del edificio, nuestros compañeros/as de trabajo o de estudio, nuestros ámbitos de compromiso social, político, eclesial, cultural o deportivo,… Es hora de mirarnos no como enemigos o rivales (aunque militemos, por ejemplo, en partidos políticos opuestos en su ideología) sino como personas que honestamente y con la mejor de las intenciones trabajamos en la construcción de un mundo mejor.

Ayunemos de burlas, de insultos, desprecios e ironías, de mentiras, murmuraciones y malas o falsas intenciones; ayunemos de palabras y gestos hirientes; de toda explotación, engaño y abuso; ayunemos de hipocresía, de latrocinio, de egoísmo, envidias y celos; ayunemos de cuanto degrada nuestra dignidad humana y de la del hermano, nuestro prójimo.

Y hagamos del respeto, la tolerancia, la colaboración, el diálogo, la solidaridad,… de nuestra libertad y sentido de la responsabilidad, del amor, la generosidad y la donación desinteresada... nuestras únicas armas, sin dar tregua a nada que pueda atentar contra esta paz a la que estamos llamados a construir cada día, minuto a minuto, en cualquier lugar.

Educar para la paz.

Si pensamos en nuestros hijos, la primera clave para educarles en ese "ayuno de toda violencia y crear actitudes constructoras de paz" es nuestro ejemplo (sin esta coherencia todas nuestras palabras quedan vacías).

Los niños, en el colegio, suelen decir -cuando se observa una pelea-: "Mis padres me dicen que si alguien me pega yo también tengo que pegar, que no sea bobo y me defienda".

Cuesta a veces desmadejar estos conflictos porque llevan muchos encontronazos previos a cuestas y se hace muy difícil saber "quién empezó primero"; otro elemento que contribuye a complicar el camino de solución es la "gravedad de las agresiones verbales, físicas o psíquicas": a veces o muchas veces desproporcionadas respecto a las causas que las provocaron.

En cualquiera de estos casos hay otro elemento negativo que subyace: la escasa reflexión, la impulsividad que lleva a reaccionar inmediatamente ante algo sin pararse a pensar en el por qué de esa acción o palabra que hiere; tampoco se piensa en las posibles consecuencias de lo que se va a hacer, ni en lo que se debiera hacer para solucionar pronto el conflicto de manera adecuada. "Si tú me pegas yo te pego, si me insultas yo también,... o más que tú", ésa es la lógica imperante.

¿Cómo desmontar la espiral de la violencia?.

  1. Atención al estado anímico y emocional. Si estamos muy alterados, dolidos y con deseos de hacer daño al otro... es el peor momento, el peor escenario para entablar un debate que quiera llegar a una solución adecuada. Por lo tanto, lo primero de todo debe ser ESCUCHARNOS A NOSOTROS MISMOS y ver si ese estado emocional nos va a ayudar o nos va a perjudicar más todavía.
  2. Separarnos del foco del problema. Especialmenete cuando veamos que nuestro estado emocional está tan alterado que dudamos de nuestra capacidad de autocontrol.
  3. Retomar el encuentro entre las partes cuando ya hayamos restablecido el equilibrio personal, la serenidad, y hayamos reflexionado sobre las causas y los efectos del conflicto.
  4. Comunicarnos de manera asertiva: ni autoinculparnos por todo para que la otra parte nos deje en paz (en cuyo caso nos estamos agrediendo a nosotros mismos y no solucionamos tampoco el problema) ni agrediendo al otro provocando que se sienta mal consigo mismo y con nosotros. Se trata de decir lo que pensamos y sentimos con sinceridad pero sin emitir juicios sobre las personas.
  5. Reflexionar sobre los propios errores o acciones equivocadas sin victimismos. A menudo solemos ver sólo lo que el otro ha hecho mal pero no reconocemos lo nuestro. Cuando un camino de solución se empieza por acusar al otro se vuelve a perder la ocasión de llegar a un punto de entendimiento.
  6. Hacer con el otro como nos gustaría que hiciesen con nosotros. O dicho de otro modo "no hacerle a nadie lo que no nos gustaría que hicieran con nosotros". Hablar al otro como quiero que me hablen a mí; ser con el otro como quisiera que el otro fuera conmigo; perdonar o pedir perdón como me gustaría ser perdonado o como me gustaría que me pidieran ese perdón.
  7. Superar el rencor. El rencor alimenta el odio y el odio nos separa del otro pero también nos encarcela a nosotros mismos porque nos impide ser tal cual somos en realidad. Quizás no podamos olvidar el daño recibido pero sí podemos optar por vivir como si ese daño nunca se hubiera producido.
Hagamos diálogo con nuestros hijos acerca de estos elementos porque es necesario matizar lo que significa "que no sean bobos y se defiendan" (los niños entienden de sus padres que "defenderse" es respoder siempre con la misma violencia). Es necesario rectificar esa consigna y adoptar otras estrategias. Está en nuestro modo de educar la capacidad para lograrlo.

Santi Catalán
PARA AMPLIAR:
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿Qué síntesis haríamos de este artículo?. ¿Qué destacaríamos también de él y por qué?.
  • ¿Qué otras ideas o planteamientos creemos que pueden ayudar a "educar a nuestros hijos para la paz"?.
  • ¿Es nuestra familia un espacio de paz?. ¿Qué nota de 0 a 10 pondríamos en nuestro ámbito familiar en relación con el menor o mayor índice de paz?, ¿por qué le pondríamos esa nota?.
  • ¿Cómo podríamos mejorarla, hacerla más auténtica y prevenir cualquier tipo de violencia tanto en el ámbito familiar como académico, laboral o en cualquier relación social?.

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