La
historia de Lucas (nombre ficticio) muestra las gravísimas consecuencias que
puede tener la adicción a la pornografía.
La
pornografía está destrozando la vida de muchos adolescentes, adultos y hasta de
familias enteras. Su adicción, la cual todavía no ha sido tomada debidamente en
serio, está provocando casos gravísimos cuyas consecuencias son físicas,
personales y sociales.
Lucas
cuenta su testimonio de cómo acabó siendo un adicto y los graves sufrimientos
que experimentó, pero también relata la salida del agujero gracias a Sexólicos Anónimos. José Antonio Méndez relata en la Revista Misión la historia de este
joven ex-adicto:
«La
pornografía te atrapa igual que una droga».
La historia
de Lucas R. –nos ha pedido que usemos ese nombre, aunque por razones que el
lector entenderá, es falso– empieza como
la de un niño normal que, animado por sus amigos y para evadirse de los
problemas que tenía en casa, empezó a ver pornografía con 10 años. Una edad
temprana, pero que según los estudios más recientes (como el publicado por la
plataforma Dale Una Vuelta), se encuentra justo en la edad promedio de acceso
al porno online.
Tras
casi 20 años consumiendo pornografía por internet ( “creía que lo controlaba
porque alternaba épocas de no ver nada, con otras de ver muchísimo si algo no
me iba bien”), hoy, a sus 34 años, lamenta que pertenece a una generación “en la que nadie nos ha dicho que el porno es
malo, al contrario: la sociedad te anima, te dice que sirve para pasarlo bien,
evadirte o liberar estrés, y que es muy difícil perder el control”.
Sin
embargo, como muchos de sus actuales compañeros de Sexólicos Anónimos, Lucas
sabe que “lo que nadie te cuenta es que
la pornografía te atrapa igual que una droga, porque está pensada justo para
eso”.
Cuando
ya es tarde.
Después
de tocar fondo con un consumo de pornografía que le llevaba a ver cine X
durante horas, Lucas explica que “hasta que no es tarde, no te das cuenta de
que lo normal no es ver porno: lo normal es que verlo te amargue la vida,
porque te afecta en tus relaciones y poco a poco te quita la alegría y la
libertad”.
“Como
es gratis, infinito y puedes verlo en cualquier sitio o a cualquier hora
–añade–, llega a obsesionarte: yo salía del trabajo pensando en lo que iba a
buscar al llegar a casa. Te quita tiempo para dormir, ir con amigos o hacer
cosas constructivas. Te encierra en ti mismo, te va volviendo egoísta. Te mete
en una doble vida que te rompe por dentro. Y aunque crees que controlas, llega
a ser ingobernable: aunque lo niegues, sabes que no puedes dejarlo. Eso produce
frustración, baja autoestima… Maltratas una parte íntima de ti, que es
preciosa. Te sientes mal, porque cosificas a las personas y tratas a las de tu
entorno como a objetos. Y te llena de remordimientos porque sabes que colaboras
con un negocio turbio”.
Química,
no moral.
Aunque
algunos pudieran argumentar que sus palabras nacen sólo de una mala
experiencia, los estudios clínicos que constatan el proceso de dependencia que
el porno desencadena en el organismo dan la razón a Lucas. Así lo detalla, por ejemplo, el doctor Peter C. Kleponis, psicoterapeuta experto en adicciones, en Pornografía. Comprender y
afrontar el problema (Voz de papel, 2018). Su oposición al porno no parte de
una premisa moral, sino de una evidencia científica.
Kleponis
documenta el proceso por el cual cuando vemos imágenes pornográficas, nuestro
cerebro libera grandes cantidades de dopamina (y en los varones, de testosterona),
mientras reduce la serotonina. Junto a otros procesos neuronales, el organismo
crea un cóctel químico cuyos efectos adictivos son similares a los que produce
la heroína.
En
muchas ocasiones la persona ni siquiera busca porno para masturbarse, sino por
la necesidad física de excitarse rápidamente: es la dopamina de la excitación
lo que genera dependencia, no las endorfinas que se liberan tras el orgasmo. La
industria pornográfica (que produce beneficios de 13 billones de dólares al
año) es consciente de ello, y por eso apenas ofrece películas completas: en el
mar de porno que inunda internet (hay 800 millones de webs X, según Dale Una Vuelta), el contenido más frecuente son montajes de escenas cortas e
impactantes, o recopilatorios de imágenes similares entre sí. Esta variedad
fomenta que la excitación se prolongue mucho más tiempo (en ocasiones, hasta
cinco o seis horas), algo casi imposible en una relación personal.
Además,
muchas de estas escenas no son realizadas por actores, sino por parejas
amateurs que graban sus propias relaciones sexuales, lo que propicia delitos
contra la intimidad (el llamado porno de venganza), engorda las arcas de las
productoras profesionales (muchas veces vinculadas a redes de explotación), e
hipoteca el futuro de miles de jóvenes, que el día de mañana tendrán sus vídeos
íntimos al alcance de cualquiera… incluso de sus propios hijos.
Pero la
historia de Lucas R. (esa R falsa es de
“rehabilitado”) muestra que el consumo de porno, sea esporádico,
compulsivo o adictivo, puede ser vencido.
“Para derrotar al porno y a la lujuria tienes que buscar ayuda. No te
puedes engañar: en solitario no puede nadie”, explica. Y cuenta: “Un día que ya
no podía más, y aunque ya no era muy creyente, pedí a Dios que me ayudara. Hoy
sé que Él me llevó hasta Sexólicos Anónimos. Otra gente va a otros sitios,
porque lo importante es pedir ayuda: esto no tiene que ver con ser creyente”.
Tras
dos años y medio sin ver pornografía, Lucas concluye: “He descubierto una nueva
forma de vida más libre, realista y feliz. Ya no tengo que esconderme. He
ganado”.
El
consumo de imágenes pornográficas, incluso de forma esporádica, puede causar
severos problemas de salud. La causa última está en la dopamina. Al ver porno,
el cerebro libera de forma muy rápida grandes cantidades de este
neurotransmisor, conocido como hormona de la felicidad, que es el mismo que se
genera en dosis más moderadas cuando dormimos… y en grandísimas cantidades en
los estados de vigilia. Así, aunque la persona haga un esfuerzo por no ver
pornografía, para obtener los niveles de dopamina a los que está acostumbrado,
su cerebro le induce la necesidad física de mantenerse más tiempo despierto a
costa de las horas de sueño. Y esa falta de sueño es un misil en la línea de
flotación de la salud: baja las defensas, altera la percepción sensorial,
provoca irritabilidad y mal humor, incide en procesos como la digestión o la
hidratación… Además, la pornografía tiene terribles efectos para la sociedad y
para la familia. Según la Academia Americana de Abogados Matrimonialistas, con
datos de 2010, el porno interviene en el 58 por ciento de los divorcios,
multiplica un 318 por ciento las infidelidades y tiene estrecha relación con el
incremento de agresiones y delitos sexuales.
- La pornografía como factor de degradación humana.
- Cómo lidiar con la adicción al porno.
- Ex-adicto a la pornografía comparte 5 herramientas para superar la adicción.
- 6 consejos para superar la adicción a la pornografía.
- ¿Cómo puedo superar la adicción a la pornografía en internet?.
- 10 consejos para evitar que tus hijos se conviertan en adictos a la pornografía.
- Cómo ayudar a alguien adicto a la pornografía.
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- ¿Qué pensamos acerca de la pornografía en cómo afecta a la dignidad humana de quienes son "actores" en ella?.
- ¿Qué conclusiones obtenemos tras la lectura de este artículo y de los enlaces relacionados?.
- ¿Dónde están las claves para la "prevención" de esta adicción?.
- ¿Qué opinamos de esas campañas de "educación sexual" en las cuales se pinta el sexo y las relaciones sexuales sólo como algo lúdico y para el placer sin más dimensiones ni consecuencias?.
- ¿Cómo educar a nuestros hijos para unas relaciones afectivo-sexuales en las que el respeto a su propia dignidad y de la los demás sea el valor prioritario?.
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