A muchos padres y madres se les escapa de sus labios la expresión: “¡Vaya mundo éste, cada vez está peor, ¡no sé qué va a ser de nuestros hijos cuando tengan que valerse por sí mismos!”.
Y en consecuencia, y más teniendo el convencimiento de que esto no tiene arreglo, procuran ahorrar a sus hijos todo sufrimiento, evitar confrontamientos, satisfacer todas sus necesidades y hasta sus caprichos en tal de que no busquen nada de eso fuera,… generando una burbuja protectora que retrase todo lo posible ese instante en que ya nadie pueda hacer lo de antes por estos hijos.
Esta sociedad.
Tenemos una sociedad cada vez más
fragmentada, repleta de tensiones, contradicciones, contrastes, extremismos,…
Una sociedad atiborrada de cosas la inmensa mayoría de usar y tirar, enfocada
al consumismo puro y duro a cuyos manipuladores de los hilos que la rigen más
allá de lo aparente (que enriquecen siempre a unos pocos y empobrece
sistemáticamente al resto) les viene muy bien el individualismo, el que cada cual se vaya "a lo suyo" relativizando todo y negando la validez de principios éticos generales que impliquen a todos. Una sociedad hipercomunicada con los lejanos pero
abriendo brechas insalvables con los cercanos.
Hay en ella también todo lo positivo
imaginable, mucho más que lo negativo pero esto… no sale en las noticias, no
pulula por las redes sociales, no es noticia comercial, no alimenta el morbo ni
es rentable para quienes hacen negocio incluso con la desgracia ajena.
En esta sociedad las estructuras sociales, políticas, sanitarias, religiosas, educativas, culturales,… se hallan cada vez más cuestionadas, ninguneadas, desautorizadas. Sólo lo economicista, el sistema económico imperante parece lo único intocable; el dios dinero y la economía especulativa –muchísimo más que la productiva- es quien dicta la senda a seguir y todo se organiza en función de los beneficios de determinados inversores y del beneficio de estas estructuras financieras que beneficien a dichos fondos, a determinados inversores.
Valores externos o internos.
Desde fuera nos llegan propuestas de
todos los colores, valores y contravalores que se viven en nuestra sociedad y
por lo tanto podemos detectarlos en cualquier ámbito en el que nos encontremos.
Los habrá que nos atraerán, nos gustarán o nos convendrán unos más que otros y
podemos o no adoptarlos y desarrollarlos a nuestro modo.
Cuando nos limitamos a adoptar lo externo como norma u orientación para nuestras vidas corremos el grave riesgo de convertirnos en veletas y fácilmente manipulables. Cuando partimos de criterios propios bien elaborados, consistentes y acordes con lo que creemos que debe ser igualmente podremos estar abiertos a lo externo pero el motor de búsqueda es nuestro, el control está dentro de nosotros.
Educar para desarrollar valores internos.
Éste es el reto que los padres, madres y
educadores tenemos entre manos; si queremos ayudar a nuestros hijos y educandos
a elaborar su propio camino en la vida necesitamos apostar por esta línea.
Tenemos para ello un proceso muy
sencillo:
- La observación de la realidad. Adultos y niños o jóvenes tenemos distintas perspectivas así que con toda seguridad percibiremos el entorno de distinta manera.
- Diálogo sobre esa realidad que observamos. Cuando contrastamos nuestras diversas percepciones, informaciones, dudas y certezas nos enriquecemos mutuamente con ellas y alcanzamos una visión más amplia y precisa de esa realidad observada.
- Reflexión. Si mantenemos una postura
abierta en este diálogo y hay una escucha activa, acogida sincera de lo que el
otro nos aporta será fácil la reflexión y la obtención de una percepción más
completa de la inicial que nos llevará a un mejor análisis de cualquier hecho,
situación, noticia,… máxime si contamos con referencias
éticas que nos alumbren
el camino. - Obtención de conclusiones prácticas. Tras este análisis de la realidad, reflexión y confrontación estaremos en disposición de plantearnos qué postura tomar, qué actitudes necesitaremos adoptar para afrontar esa realidad, adquirir capacidad de transformación de la misma evitando así que ella nos transforme a nosotros.
Siguiendo este proceso estaremos elaborando y asentando principios y criterios de actuación que serán en el presente y en el futuro orientación y guía para nuestros hijos y educandos gracias a los cuales podrán organizar y vivir sus propias vidas sin depender de nuestro a veces obsesivo afán de protección (padres lo seremos toda la vida pero la tarea de los padres no es tener a los hijos siempre bajo las alas como una gallina clueca sino enseñarles a volar y marcar sus propios rumbos siendo felices cada cual en la dirección elegida).
Capacidad de transformación.
No hacemos este trabajo únicamente para
el bien individual de nuestros hijos sino también para construir con ellos el
camino para la transformación social. Somos seres en relación, nos completamos
en la medida en que nos abrimos al otro, formamos parte de la humanidad, de la
Creación.
Empezábamos este artículo hablando de
algunas de las cosas que todos podemos observar sobradamente en nuestra
sociedad. Habrá muchas de ellas que nos gustarán y las percibiremos como
positivas pero otras no. Habrá veces que nos afectarán directamente, otras
indirectamente y de otras… pensaremos que “no nos afectan” al menos aparentemente.
Si tenemos conciencia de que formamos
parte de la Creación, que no somos sus tiranos, sus depredadores sino sus
cuidadores, llamados a la fraternidad con toda la humanidad… necesariamente
tendremos que desplegar todos esos valores, actitudes y aptitudes que lleven a
hacer de nuestra Casa Común un espacio habitable para todos sin ninguna
exclusión. Esto no es una simple filantropía sino la consecuencia natural de
querer vivir felices (para eso estamos aquí ¿no?) pues cuidando nuestro entorno
estaremos cuidando también de nosotros mismos.
Por consiguiente, como decía aquél, de la misma manera que tenemos la capacidad de hacernos a nosotros mismos, de elegir y vivir nuestro propio sendero vital de esa forma que nos hace sentirnos bien, íntegros, satisfechos de nosotros mismos,… también tenemos la capacidad de transformar nuestro entorno y, para ello, están los espacios de participación ciudadana.
Nada mejor que buscar y hallar cauces o ámbitos en los que poder desarrollar nuestro compromiso. Al respecto no hace mucho publicamos un artículo que nos puede dar sobradas pistas y al que dimos el nombre de "¿Quieres que las cosas cambien?,... ¡participa!". Recomendamos su lectura.
- ¿A qué conclusiones llegamos tras la lectura de este artículo y de sus enlaces para ampliar?.
- ¿Qué dudas nos genera este escrito o nos quedan sin resolver al respecto?, ¿qué preguntas nos surgen?.
- ¿Qué otras ideas apuntaríamos que puedan ayudar a las familias en la educación para aprender a vivir en sociedad y con criterios propios bien asentados?.
- Si acaso vemos que hemos sido hasta ahora demasiado proteccionistas y poco preparadores para la vida... ¿qué cambios emprender en nuestra labor educadora?, ¿cómo llevar eso a cabo?.
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