miércoles, 17 de octubre de 2012

Aprender a hablar para fomentar la autoestima

Cualquier bien escaso es valioso. El elogio, por ejemplo”.

El lenguaje (palabras, expresiones, tono de voz…) que utilizamos en la relación con los hijos es el instrumento más potente que tenemos para edificar su autoestima.
1.- Es muy importante describir su conducta sin juzgarla.

Distinguimos entre la valía de nuestro hijo y su conducta.
Nuestro hijo no es malo porque pega a su hermana ni es bueno porque comparte juguetes. Es bueno porque existe, porque le queremos y cuidamos, y porque es especial para nosotros. Y es capaz de hacer cosas buenas o hacer cosas inadecuadas, pero no es malo.
  • Conviene describir la conducta sin juicios ni valoraciones hacia la persona.
2.- Mostrar nuestra reacción a su conducta.
  • A los niños les resulta más fácil satisfacer nuestras expectativas y evitar el conflicto cuando saben por qué reaccionamos como reaccionamos las personas de su entorno.
  • Por eso necesitamos comunicar los motivos por los que queremos que se haga algo, manifestar abiertamente nuestra reacción ante una situación, expresar aprecio o desaprobación… Cuando actuamos así comunicando algo de nosotros mismos, estamos empleando el lenguaje de la autoestima.
 3.- Reconocer sus sentimientos.
  • Apreciar sus esfuerzos, tanto si tienen éxito como si no, acogemos sus sentimientos, sean positivos o negativos. Y él se sentirá apreciado, observado y comprendido, incluso cuando se le corrige.
  • Estos tres componentes del lenguaje de la autoestima se han de tener muy en cuenta en el proceso de corrección y elogio de nuestro hijo.
Aprender a elogiar.
La conducta de nuestros hijos queda configurada por nuestra aprobación. Cuando les apreciamos, obtienen el mensaje de que está bien y de que lo que hacen es aceptable. Por eso el hecho de complacer les motiva a ellos para aprender todo, desde el lenguaje a los modales en la mesa.
1.- Emplear el lenguaje de la autoestima.
Si empleamos el lenguaje de la autoestima para elogiar a nuestros hijos, hacemos mucho más que comunicar aprobación: les damos algo que llevan consigo, aprenden a reconocer lo que tiene un valor especial y de lo que pueden sentirse orgullosos, aprenden a elogiarse a sí mismos y a valorar sus propios esfuerzos.
Pongamos un ejemplo:
David enseña orgulloso a su padre un dibujo que hizo en la escuela. Su padre se muestra efusivo:
- “¡Qué buen dibujo! Me encanta. Eres fabuloso”. Pero David nunca sabe qué le gusta a su padre de la pintura. Si hubiera utilizado el lenguaje de la autoestima, su padre le podía haber dicho:
- “¡Esto es fabuloso! .Veo una casa y un perro al lado de unas flores blancas… (Descripción). Me gustan los colores que has elegido y esas nubes en movimiento y me doy cuenta de con qué detalle has dibujado la cabeza del perro (Reacción). Te has debido esforzar mucho para hacerlo (Reconocimiento). Vamos a colgarlo y enseñárselo a mamá”.
2.- Comunicar los sentimientos al elogiar.
Hemos de ser generosos en el elogio, y siempre sinceros, pues el elogio ayuda a los hijos a verse a sí mismos de forma más positiva, no sólo como son sino como creemos que podrían ser. Con el elogio auténtico obtienen la confirmación de su mejor identidad.
También en el elogio hemos de emplear los pasos del lenguaje de la autoestima: descripción, reacción y reconocimiento.
3.- Evitar el elogio excesivo.
Los elogios excesivos hacen sentirse a los hijos presionados. La tensión de ser elogiado en exceso resulta insufrible y los hijos suelen después hacer lo contrario.
Para evitar los elogios excesivos, se ha de usar de nuevo el lenguaje de la autoestima: descripción, reacción y reconocimiento.
4.- Evitar el elogio ambivalente.
El cumplido ambivalente mezcla el elogio con el insulto: se elogia al hijo lo bien que hace algo, pero a la vez se le recuerdan fracasos anteriores. El elogio no será bien recibido.
 
Aprender a corregir.
Los padres, somos tanto maestros como espejos para nuestros hijos. Necesitamos enseñarlos a controlar sus impulsos, asumir responsabilidades y respetar a los demás. No podemos renunciar a esto.
Este proceso de aprendizaje depende de cómo utilizamos el lenguaje de la autoestima en nuestras correcciones ante una conducta problemática de un hijo. Los hijos a los que se corrige sin razones tienden a ser menos razonables; aquéllos a quienes se habla abusivamente, tienden a abusar verbalmente de los demás, incluidos los padres…
Si las correcciones tienen forma de rechazo o insulto, nuestro hijo no estará receptivo a la nueva información ni querrá comportarse correctamente. Aunque “obedezca”, se sentirá derrotado, resentido, reacio y enojado.
Los cuatro pasos.
Si se emplea el lenguaje de la autoestima a la hora de corregir, nuestro hijo sacará provecho de la corrección y cambiará de conducta sin sentirse mala persona. Tiene estos pasos:
  1. Describir la conducta sin valorarla: “La habitación aún no está recogida”.
  2. Dar una razón para el cambio de conducta: “Me siento molesto por el desorden”.
  3. Reconocer los sentimientos y circunstancias del hijo: “Ya veo que te sientes limitado por la falta de tiempo”.
  4. Formular claramente lo que se espera: “Necesito que cada cosa esté en su sitio antes de salir”.
Estilos de lenguaje que evitar.
  1. Hipergeneralizaciones: “Tú siempre lo haces mal”.
  2. El trato silencioso: Negarse a hablar o incluso mirar al hijo por su mala conducta le hace sentir personalmente rechazado y se siente incapaz de compensarlo o hacerlo mejor.
  3.  Amenazas vagas o violentas: “Espera a que lleguemos a casa”. “Hazlo otra vez y verás lo que te pasa…”. Este tipo de amenazas produce una sensación de miedo, sobre todo en niños pequeños que se lo toman al pie de la letra; los mayores saben que realmente no les va a pasar nada.
No es fácil al principio cambiar el modo de corregir a los hijos, pues caemos en el antiguo estilo de juzgar, amenazar o engañar, incluso insultar,… A medida que nos familiaricemos con el lenguaje de la autoestima mejorarán nuestras reacciones y nos sentiremos más libres.

PARA EL TRABAJO EN FAMILIA:

Actividades y propuestas.

1. Revisión.
Revisar el comportamiento de nuestros hijos desde las pautas concretas que se dan en este capítulo.
  • Hacerlo desde la experiencia de cada uno. ¿Qué nos recuerda?. ¿Cómo actuamos nosotros?.
  • Destacar hechos, casos, anécdotas, situaciones concretas…
  • Insistir en qué consiste el lenguaje de la autoestima.
2. Práctica.
A elogiar se aprende elogiando, y a corregir, corrigiendo. Lo hacemos habitualmente, pero quizás no lo hacemos bien. Por eso conviene ver cómo actúa la gente para descubrir fallos y errores.
  • Fijarse durante una semana por ejemplo cómo actúan los padres y madres en las relaciones con sus hijos, en el mercado, en el parque, en la calle, en los comercios… Qué dicen, cómo lo dicen, qué hacen…
  • Analizarlas después: Parece el adulto razonable o lo contrario. Valora sentimientos o fustiga al niño. ¿Manifiesta una formulación clara de expectativas?. ¿Le dice claramente lo que espera de él?.
  • Determinar si esas actuaciones tienen probabilidades de aumentar la autoestima o de ponerla en peligro.
Para elogiar y corregir adecuadamente es necesario practicar según las pautas dadas para el lenguaje de la autoestima. Buscar casos y situaciones concretas en las que han estado presentes (o deberían haber estado) correcciones o elogios. Pueden ser las que han salido en la revisión.
Analizarlos según lo que aquí se ha dicho:
  • Recordar que sucedió: Por qué dio resultado o por qué no.
  • Concretar cual sería la conducta adecuada según las pautas del lenguaje de la autoestima.
  • Representarlo en alguna escena para grabar el esquema de funcionamiento.
  • Practicarlo después en las interacciones con los hijos. Ver las diferencias de comportamiento en ellos:
    • Si reconocemos los sentimientos de los hijos, ¿estamos todos nosotros menos enfadados?.
    • Si damos una explicación razonable de por qué queremos algo, ¿nos sentimos más justificados?.
    • Cuando formulamos claramente las expectativas, ¿nos sentimos más justificados?.
    • En definitiva, ¿se da menos conflicto, menos discusión, menos resistencia?.
Recordar en qué momentos se han tenido más dificultades para utilizar el lenguaje de la autoestima:
  • ¿Fueron momentos de estrés o de mucho enfado?.
  • ¿Se debieron a antiguas formas de responder?. Repasarlo y reescribirlo utilizando los cuatro pasos anteriores.
Centrarse especialmente en las correcciones. Partir de las siguientes respuestas de ataque y elaborar en cada caso una respuesta de ataque que siga los pasos del lenguaje de la autoestima.
  • “¡Deja de molestarme! ¿Es que no puedes jugar nunca sólo?” (Rechazo).
  • “¡Qué sucio está todo! Eres un cochino…” (Epítetos negativos).
  • “¿No te puedes estar quieto? Sigue así y tendremos un accidente” (Amenazas).
  • “No piensas más que en ti” (Generalización).
He aquí un ejemplo frente a la respuesta atacante de “¡Para quieto, gamberro!” (Epíteto negativo): “Estás pegando a tu hermana (descripción de conducta). Eso le hace daño y le molesta (razón del cambio conductual). Veo que te enfadas cuando se lleva tus juguetes (reconocimiento de sentimientos). No quiero que os peguéis de ninguna forma” (enunciado de expectativas).

PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:

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