Hace
unos días leía un artículo titulado “Urge
vivir una espiritualidad política desde lo común”. Se compuso
utilizando el formato de una entrevista hecha a Emma Martínez Ocaña,
buscadora
incansable, apasionada por hacer verdad ese sueño de Jesús por un
mundo más justo, esta “joven” teóloga es Licenciada en Historia
y Teología Espiritual, Psicoterapia individual y de grupo,
especialidades a las que, desde hace más de veinte años, dedica
gran parte de su tiempo, así como a orientar encuentros de silencio,
meditación y talleres de integración psicoespiritual.
La
entrevista se centra en primer lugar en dejar claros los términos
“espiritualidad” y “política” para luego entrar y explicar
la gran relación que hay entre ambos términos hasta el punto de
que, según Emma, una cosa no se entiende sin la otra. Es
decir, aboga por redescubrir el valor de la conexión de todo cuanto
somos, lo que nos envuelve en todas sus formas y por lo tanto de
todos nuestros quehaceres.
Cada
uno a lo suyo.
Hoy
tendemos a disociar todo: como si lo que hacen las personas
que trabajan en la mar y se pasan meses a veces sin pisar tierra
firme no tuviera que ver nada con lo que hace una enfermera de un
hospital ubicado en Burgos capital, por ejemplo; en la enseñanza
hemos disociado el saber en distintas materias o áreas del
conocimiento, les ponemos notas y hacemos informes del alumnado ya
desde E. Infantil y les vamos encasillando poco a poco, hemos creado
rúbricas que delimitan con supuesta “objetividad” lo que
corresponde a un 3 o un 4, un 5, 6, 7-8, 9, 10 y
que luego se traducirán en unas notas de final de curso que
ejercerán un peso muy fuerte en la autoconcepción de este alumnado,
pero
sin tener en cuenta para nada su
realidad
en sus respectivos contextos relacionales; en cuanto
al
compromiso lo delimitamos entre lo
social, político, eclesial,… y dentro de cada uno de éstos hemos
trazado otros muchos ámbitos que con no poca frecuencia se
convierten en excusa para los enfrentamientos y luchas competitivas…
como si tuviera que existir esa rivalidad excluyente; también,
y con demasiada frecuencia, se observa cómo los problemas laborales
(regulación de empleo) de los trabajadores de una empresa
automovilística le importan un pimiento a los que trabajan en los
despachos de una administración pública… porque creen que eso no les afecta lo más mínimo y por lo tanto sólo se van a preocupar de
que no falte su aumento anual en sus salarios; etc...
En todos
estos ejemplos, entre otros muchos que podríamos citar, podemos comprobar facilísimamente como estamos siguiendo al pie de la letra la estrategia de
un sistema que fracciona sistemáticamente, aísla y debilita por lo
tanto la capacidad de organización y trabajo conjunto para alcanzar
metas que beneficien a todos y también a su entorno. A cierto
“sistema” esa unidad, esa cohesión, no le interesa y sabiéndolo
o no… estamos todos contribuyendo a perpetuarlo y fortalecerlo.
Necesitamos
abrir los ojos a la realidad completa, que seamos capaces de ver más
allá de la punta de nuestra nariz, que dejemos de mirarnos tanto el
ombligo… y nos demos cuenta de que todo y todos estamos
interconectados. El COVID19 y el período de confinamiento vivido
destapó de repente esta realidad que nuestra vida frenética
anterior estaba ocultando. No es posible la vida sin tenernos a todos
y todo en cuenta. Nada ni nadie puede medirse por un valor
economicista, tampoco por unas notas académicas por muy “objetivas”
¿objetivas? que nos hayan puesto.
En
la familia tenemos un papel clave en la educación de las
generaciones que no son del futuro, sino que ya están aquí: son
nuestros hijos.
Quizás
no podamos cambiar la forma en que la escuela actual y su
academicismo contribuyen al autoconcepto que nuestros hijos tengan de
sí mismos, pero sí podemos hacer diálogo con ellos sobre lo
que nuestros hijos captan, piensan, sienten,… y animarles a mirar
más allá, descubrirse como “personas” y sobre todo “personas
en relación” y capaces de alcanzar las metas que se propongan
independientemente de lo que digan informes, calificaciones y demás
encorsetamientos.
Puede
que el fraccionamiento de nuestra sociedad siga siendo evidente
durante muchos años pero nosotros podemos enseñar a nuestros hijos
la “relación” entre todos sus compartimentos y ayudarles a
entender que “nadie es sin los demás”, que la persona se
completa a sí misma en la medida que se abre a los demás y, por lo
tanto, toma como suyos los problemas, dificultades, luchas, ilusiones
y esperanzas de los demás.
…
Así
hasta comprender y hacer entender que no sólo estamos todos en el
mismo barco sino que todos tenemos que remar en esa misma dirección:
aquélla que nos lleve al Bien Común, ése que se alcanza más allá
de los intereses particulares y egocéntricos y que a la postre es el
que significará el verdadero progreso de la humanidad y no sólo del
grosor de algunos bolsillos (casualmente siempre de los mismos, que
son bien pocos, y en detrimento o a costa del resto).
Ese
Bien Común es el proyecto que nos engloba a todos.
En
equipo con la escuela.
Una
de las maneras de mostrar que estamos comprendiendo esto es que
tomemos mayor interés por lo que en los centros docentes se haga con
nuestros hijos. Somos sus padres, somos sus primeros y principales
educadores, nadie ni nada tiene la capacidad de arrogarse la
capacidad de suplirnos ni desplazarnos de nuestro papel. Por lo tanto
es
nuestro derecho y deber:
- - Implicarnos en la vida de los centros a través de los diferentes órganos de participación (APA, Consejo Escolar, comisiones de preparación de fiestas o celebraciones,…).
- - Hacernos presentes en las reuniones generales de curso, en las de curso o grupo/clase, y tomar en estos espacios un papel activo y no sólo receptivo: no se trata sólo de escuchar y acatar todo lo que nos digan sino también de aportar nuestras propuestas, sugerencias,…
- - Conocer con detalle el Proyecto Educativo del Centro, ver lo que podemos hacer para enriquecerlo y por lo tanto mejorarlo y colaborar en su puesta en práctica.
- - …
La
escuela y la familia tenemos un Bien Común: la educación de
nuestros hijos; podemos o no coincidir
en los
criterios de actuación pero como mínimo los hemos de plantear,
conocer,
debatir y finalmente
acordar maneras de aplicarlos por el bien de nuestros hijos.
Esta
educación que familia y escuela realizamos en equipo tiene también
en el horizonte el Bien Común que es la Casa
Común de toda la humanidad. Lo académico no debe ser sólo lo que
el Plan Bolonia con sus Competencias (Básicas o Clave, según como
se las quiera llamar) trata de conducirnos: al “MERCADO”; trata
de facilitar a la población el acceso al ámbito laboral y sus
estructuras ya establecidas pero sin cuestionar sus elementos éticos
ni con lo social ni con el medio natural. El
objetivo por lo tanto no es sólo lograr el “día de mañana” un
buen puesto de trabajo.
Esta
educación que compartimos familia y escuela debe llevarnos más allá
de esto y conducirnos a unas condiciones de vida digna para toda la
humanidad, sea respetuosa con el Medio Ambiente y se
pueda generar un verdadero desarrollo sostenible.
Así
es como podremos aparcar nuestro egocentrismo, el excesivo
parcelamiento de la vida académica, social y laboral y lograr que
esas luchas que unos promueven, por ejemplo, en favor del respeto por
el Medio Ambiente, o las batallas sociales y diplomáticas en favor
de los refugiados, etc... dejen ser “cosas de otros” y se
conviertan en objetivos prioritarios para todos.
Porque
la razón es muy simple: “Todo está interligado, interconectado,
todos somos interdependientes,… y nada hay que suceda en una parte
del mundo por pequeña que sea que no afecte a otra que se halle en
las antípodas”.
Santi Catalán
santi257@gmail.com
PARA AMPLIAR:
santi257@gmail.com
PARA AMPLIAR:
- 10 razones para trabajar en red.
- Los beneficios de trabajar en red.
- Solidaridad.
- Familia y escuela, un trabajo en equipo.
- Relación familia-Escuela.
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- Si tuviéramos que sintetizar este artículo en tres ideas centrales ¿cuáles serían?.
- ¿A qué creemos que obedece ese empeño que cada día abunda más de fragmentarlo todo y subdividirlo como si unas partes no tuvieran que ver con las otras?.
- ¿Qué consecuencias trae el que cada colectivo o grupo humano se centre exclusiva o casi exclusivamente en su realidad concreta?. ¿A qué nos lleva un mundo de islas inconexas?.
- ¿Vivimos esta realidad en nuestra propia familia?, ¿y entre la familia, la escuela y otras instancias que son también educativas?. ¿Cómo romper esta inercia?.
- ¿Cómo educar a nuestros hijos para que sean personas solidarias y abiertas a todo su entorno y no sólo a sus intereses individualistas o particulares?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario