jueves, 31 de enero de 2019

Esperando a Daniel

Esperando a Daniel
Cuentos para sanar

Angélica Mª Bendaña Rojas

  
Copyright © 2018
Angélica Mª Bendaña Rojas
Todos los derechos reservados esperandoaDaniel@gmail.com
  





Dedicado a los pequeños niños que habitamos cuerpos adultos…
…y al verdadero Daniel
y su padre.

Índice

Dedicatoria
III
Índice
V
Esperando a Daniel
7
I capítulo: La vida feliz
12
II Capítulo: Caminando por la zona gris
22
III Capítulo: Una luz fugaz
28
IV Capítulo: Perdidos en la sombra
33
V Capítulo: La oscuridad total
45
VI Capítulo: Luz de esperanza
50
VII Capítulo: Una vida nueva
58

Esperando a Daniel
Hay un aroma a sándalo en el aire,
el mar es azul y sereno.
Mi corazón esta triste, pero canta…

Había una vez unos cuadros muy muy grandes, de esos que cubren una pared de más de cinco metros de ancho, como los que pintó Joaquín Sorolla en la costa, al sur de Valencia.

Sus cuadros estaban iluminados por una luz blanca y muy brillante que venía de una montaña mágica llamada Montgó. Que según dicen:

Une para siempre a dos almas
que se buscan en su nombre.
Sin importar a qué lado de la montaña se encuentren
y sin importar…que sus ojos no se hayan visto jamás”.
Ese es el lugar que yo quiero encontrar,
un lugar donde seguramente,
se puede ser feliz, ¿Me ayudas Daniel?

En una parte, de uno de esos cuadros, había un dulce niño que tenía la mejor familia del mundo y que vivía rodeado de alegría. Sus días pasaban entre risas y sueños. Sueños que comenzaban con un cuento cada noche antes de ir a dormir y continuaban por las mañanas invadidas de luz que entraba por la ventana.
Cada día, una nueva aventura, a veces entre barcos de piratas, otras veces en un Palacio encantado con dragones temibles y a través de viajes submarinos o desiertos áridos que escondían tesoros inimaginables.

En este mismo cuadro - pero en otro tiempo y lugar - existía un hombre solitario y bueno, que había sido feliz; pero que ahora se sentía vacío, viviendo de un pasado que no entendía y no podía cambiar.
El hombre solitario había encontrado un tesoro, pero lo perdió. Lo buscó por mucho tiempo sin ningún resultado. Lo buscó tanto que ya no tiene fuerzas para seguir buscando. Buscó donde podía ver porque había luz, y buscó donde estaba oscuro porque allí podía sentir…pero nada.
Ahora el hombre triste sabe casi exactamente dónde está su tesoro y muchas veces se duerme imaginando cómo llegar al menos a verlo una vez más, ojalá sin tener que perder su propia vida en el intento - porque su vida - es lo único que le queda… a pesar de que, en los días fríos, cuando el cielo es gris… tampoco le importa demasiado.
La vida es como cualquiera de esos cuadros gigantes y en ellos todos somos como pequeñas hormigas.
Tú y yo, el hombre triste y todas las demás personas vamos caminando, pisando la superficie del lienzo, que también es como la de la Tierra, una ciudad o un bosque.
Caminamos todos, de aquí para allá, como en una estación de trenes, donde todos creen saber hacia dónde van, de donde vienen y para qué. Pero la verdad es que somos tan pequeños sobre un cuadro tan grande, con tanta luz y tantas sombras, que, si somos honestos, vemos que no sabemos dónde estamos y por mucho que lo planeemos y sepamos hacia dónde queremos ir, es un gran misterio, lo que nos traerá el camino…

¿Te imaginas estar en medio de un bosque,
bajo árboles tan altos y frondosos
que apenas puedes ver la luz del sol?
No sabes hacia donde caminar
y no sabes dónde comienza o termina.
Pero quizá si pudiéramos volar en un globo aerostático
y comenzar a subir y subir, pronto veríamos el tamaño del bosque
y cuanto más arriba o más lejos, tendríamos una mejor perspectiva.

Por eso a veces Daniel, cuando no entiendas algo; aléjate lo más que puedas, con la mente y en el espacio, y camina y respira tanto
y tan profundo como te sea posible.
Luego tu corazón te ayudará a mirar desde más arriba y entender cosas que al nivel del suelo son incomprensibles…

Daniel, hay un aroma a sándalo en el aire,
el mar es azul y sereno.
Mi corazón esta triste, pero canta, por eso mi niño,
te voy a contar un cuento.

I Capítulo
La vida feliz

Había una vez un principito llamado Dany. Como era un príncipe, obviamente era hijo de un Rey noble y generoso y de una Reina hermosa y valiente.
Dany amaba a sus padres los Reyes Turvasu y Lalauri y les admiraba profundamente. Su mente estaba llena de sueños procedentes de las historias de conquistas que recreaban juntos.
Las batallas que el príncipe luchaba a diario bajo las sábanas de su cama antes de dormirse, entre las cortinas por las tardes mientras sus padres descansaban bajo la suave luz del sol que calentaba las frías habitaciones del Palacio, o en su imaginación cada noche antes de dormir, le hacían sentir más cerca de llegar a ser un día como su padre, el Rey.
...
(Para conocer esta obra al completo, contactar con: esperandoaDaniel@gmail.com)

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