1.
Partir de una posición de coherencia entre los padres.
Independientemente
de la situación de la pareja (incluida la circunstancia de que los progenitores
se encuentren separados o divorciados), vosotros debéis adoptar una posición
común y coherente antes de dar el paso de hablar con vuestro hijo o vuestra hija
de sus primeras salidas nocturnas. En caso de desacuerdo, debéis alcanzar algún
nivel de compromiso que os permita enviar un mensaje claro y consistente al
adolescente.
En este
asunto no caben las posturas ambiguas ni la inhibición porque son los padres,
ambos padres, los que deben dar el permiso para salir de noche. Esto incluye
también el resto de los aspectos a establecer en la preparación de esas
primeras salidas.
La
educación es una responsabilidad que debe ser asumida de forma conjunta y
cooperativa por ambos progenitores y, en situaciones que exigen decisiones
firmes como las que nos ocupan, es imprescindible que además sean coherentes.
2.
Crear las condiciones más adecuadas para el diálogo.
El peor
error que se puede cometer consiste en ir posponiendo las decisiones para
abordarlas unas horas o unos minutos antes de la salida. Ten la certeza de que
esos mensajes de última hora (“¡No bebas!” “¡Vuelve pronto!”) no tienen ninguna
utilidad e incluso pueden ser contraproducentes. Si queremos dialogar, es
imprescindible plantearlo con suficiente antelación. Para ello, tienes que
hacerle saber a tu hijo o hija de forma directa y explícita que es preciso
hablar sobre este asunto: “Queremos hablar contigo sobre la salida que quieres
hacer el próximo fin de semana”.
De
igual modo, es muy importante elegir un buen momento para hablar, un momento en
el que tanto padres como el adolescente estén tranquilos, poco ocupados y
dispongan de tiempo suficiente para dialogar con serenidad. Podéis también
plantearle que sea él quien proponga un día y una hora que os venga bien a
todos. Otra opción interesante es la de establecer en la familia determinados
momentos fijos a la semana para la comunicación. Esto permitiría que, con una
frecuencia regular, todos los miembros podáis dialogar (una comida, un paseo,
etc.) y, sin duda, sería un contexto idóneo para tratar el tema de las salidas
nocturnas.
Por
tanto, no debemos dejarlo todo a la improvisación sino facilitar el diálogo
propiciando los momentos de encuentro para la comunicación y disponiendo del
tiempo y las condiciones necesarias para hacerla posible.
3.
Establecer una buena comunicación.
Si de
verdad deseáis gestionar de forma razonable y eficaz el reto que representan
las primeras salidas de tu hijo, es fundamental debatirlo con calma para captar
todo lo que él o ella quiere expresaros con sus palabras y su comportamiento.
Ten en cuenta que, para comprender a un adolescente, hay que ir más allá del
lenguaje verbal y prestar especial atención a lo que transmite con su lenguaje
no verbal: miradas, posturas, gestos, emociones, silencios…
Además,
cuida tu manera de hablar: haz preguntas abiertas y no preguntas cerradas donde
sólo pueda contestar “sí” o “no” (por ejemplo “¿Qué piensas de ese lugar al que
vais?” “¿Cuál es tu opinión sobre esa chica?”). Evita los discursos largos que
pueden ser percibidos como moralizadores. Expón sinceramente tus preocupaciones
utilizando el “yo”, porque así podrás expresar lo que piensas y sientes y tu
hijo percibirá la autenticidad de tu exposición. Evita las descalificaciones,
los reproches, y las acusaciones (“Ya se sabe lo desastre que eres”, “Tú eres
un ingenuo”, “Temo que te metas en algún lío como siempre…”). Ten la seguridad
de que un diálogo entre un acusador y un acusado está condenado al fracaso.
Manifiesta
tu interés por las expectativas que el joven tiene en esa salida. Tu hijo
necesita saber que su mundo, sus amigos y sus intereses son importantes para
ti. Pregunta también acerca de los planes que conlleva la salida en sí
procurando no ser demasiado indiscreto.
Exprésale
claramente el comportamiento que esperas de él. Tómate el tiempo necesario para
explicarle claramente sus peticiones y sus deseos y verifica que el mensaje ha
sido comprendido tal y como tú quisiste transmitirlo. Es clave evitar
confusiones y malentendidos.
En
resumen, la comunicación conlleva una apertura al otro y un intercambio
recíproco. Ambas partes debéis tener capacidad para expresas vuestras ideas,
dudas y deseos y, a su vez, escuchar los del interlocutor. La escucha activa es
una técnica que puede ser de gran utilidad.
4.
Permanecer firmes ante un eventual chantaje emocional.
Es
frecuente que, si tu hijo o hija no obtiene de forma inmediata lo que desea
-dejarle regresar a una determinada fiesta-, recurra al chantaje emocional:
“Eres un mal padre (o madre)”, “Lo que pasa es que no tenéis confianza en mí” o
la frase definitiva de “A los demás sí les dejan”. De ahí que uno de los
principales retos a los que deberás enfrentarte es resistir el chantaje
emocional que suponen este tipo de argumentos.
En
primer lugar, es preciso que permanezcas firme en tus proposiciones y
racionalices el tema. Para los adolescentes, la cuestión de la normalidad es
importante; lo que ellos consideran “normal” tiene una gran influencia sobre
sus opiniones y sus decisiones. Sin embargo, no siempre esa valoración de
normalidad que les presentan tiene una base real; si profundizas un poco,
comprobarás que “todos los demás” no son en ocasiones más que determinados
amigos especialmente relevantes para él o ella.
De
cualquier forma, aunque fuera cierto que otros padres lo autorizan, no debes
sentirte cuestionado ni empujado a aceptar determinadas decisiones que no
compartes. Las pautas educativas, las normas y los límites no tienen por qué
ser los mismos en cada hogar. Tu hijo debe aprender que las reglas de juego
pueden ser distintas en una u otra familia, además, recuerda que son los padres
los responsables de tomar la disposición final. Vosotros debéis adoptar
vuestras propias decisiones, procurar que sean equilibradas y ser consecuentes
en su cumplimiento.
Resulta
muy recomendable mantener cauces abiertos de comunicación con los padres de los
amigos de tus hijos y tratar de establecer posibles alianzas y pautas
compartidas de actuación con ellos. De este modo, si no se logran acuerdos
plenos en cuanto a las condiciones de la salida, al menos pueden compartir
información y reducir las disonancias entre los mensajes que se envían a los
distintos miembros del grupo de adolescentes.
5.
Desarrollo de las salidas: poner normas y límites.
Un
aspecto fundamental es conocer lo más posible el desarrollo de la salida. Para
ello, plantea a tu adolescente que te cuente qué va a hacer. Si no tiene nada
previsto -algo relativamente frecuente-, pregúntale sobre el lugar o lugares a
los que va a ir y las personas con las que va a salir.
Puede
que las informaciones que te dé no sean claras. En ese caso, pídele que sea
preciso. Si, a pesar de todo, tienes dudas sobre el lugar y las condiciones de
la salida, no dudes en hablar con los padres de sus amigos tras haber
advertido, eso sí, a tu hijo o hija de tu intención de hacer ese contacto.
Tan
importante como conocer las actividades que piensan realizar durante la salida
es conocer el ambiente en el que se va a producir, porque de este modo podremos
anticipar posibles situaciones de riesgo a las que nuestro hijo o hija va a
estar expuesto. Toda la información recogida facilitará el proceso de
negociación con tu hijo o hija acerca de las normas y límites necesarios para
la salida. A partir de ahí, trata de que las reglas sean razonables, claras y
seguras, y ten la suficiente flexibilidad para ir adaptándolas si fuera
necesario.
Ten en
cuenta que, aunque para tu hijo éste será la única y la mejor forma, no existe
ninguna salida ni fiesta imprescindible ni irrepetible.
6.
Negociar la hora de regreso a casa.
La hora
de regreso a casa es sin duda el más representativo de los conflictos que
generan las primeras salidas nocturnas de los adolescentes en el hogar. De
hecho, esta decisión centra muchas discusiones entre padres e hijos
adolescentes; pero, como todas las cuestiones educativas, no admite soluciones
simples. Comenzando porque la visión del mundo y de los hijos que tienen los
padres constituye el principal punto de partida. Dicho de otro modo, el
establecimiento de un horario más limitado o más amplio y la flexibilidad con
que se administra no es más que uno de los indicadores que reflejan las pautas
educativas que estás siguiendo con tu hijo o hija adolescente.
Cada
familia tiene la potestad de establecer éste y otros límites relacionados con
la educación de sus hijos en el ejercicio de sus competencias parentales. Pero
hay tres premisas que conviene fijar:
- La primera premisa que debe quedar clara es la necesidad de que los padres, de forma negociada siempre que sea posible, establezcan horarios de regreso a casa. No pienses que inhibirse es más neutro o más democrático; al contrario, las ambivalencias y los silencios son otra forma de enviar mensajes a tu hijo, sólo que en este caso el mensaje será de permisividad y desinterés y perderás una ocasión extraordinaria de apoyarle en su proceso de autonomía.
- La segunda premisa es que los horarios, como cualquier otro límite, deben ser estables, sin que ello impida que puedan modificarse ante acontecimientos o circunstancias especiales.
- La tercera es que los horarios deben plantearse de modo progresivo y deben irse modulando en función de dos aspectos fundamentales: la edad y madurez del adolescente y el grado de cumplimiento de los compromisos adquiridos en las salidas anteriores. Estaríamos hablando, pues, de una independencia por etapas.
En
resumen, los horarios deben ser razonables, negociados con los hijos siempre
que sea posible, adaptados a la edad, las características de cada adolescente y
otras circunstancias objetivas (nivel de seguridad de la zona por la que va a
moverse durante la salida, existencia o no de transporte público, época
vacacional o de estudio, etc.). Además, deben ser progresivos en función de su
maduración y el cumplimiento de sus compromisos.
Llegados
a este punto, no podemos dejar sin respuesta algunas de las cuestiones que
constantemente plantean los adolescentes a los padres para poner en evidencia
lo arbitrario e incluso lo irracional de sus propuestas: “¿Qué voy a hacer a
las 00h que no pueda hacer a las 18h?” o “¿Qué más dan las 23.30h que las
00h?”. Estas preguntas inciden directamente en el porqué de la existencia de
los horarios, en la hora en la que se fija el regreso y en la razón de su
estabilidad. Veamos algunos argumentos:
Ahora bien, dicho todo lo anterior, la clave para abordar adecuadamente el tema que nos ocupa es tratarlo como lo que es: una cuestión de confianza.
PARA AMPLIAR:
- La relación entre los padres incide en el desarrollo de los adolescentes.
- Hijos adolescentes, relaciones con los padres.
- Comunicación entre padres e hijos adolescentes.
- El chantaje emocional: cómo ponerle límites.
- Cómo poner normas y límites a los adolescentes.
- Los límites en la adolescencia.
- ¿Qué ventajas hallamos en las orientaciones que nos aporta este artículo?. ¿hay algún "pero"?, ¿cuál y por qué?.
- ¿Para qué establecer normas y que éstas sean claras, concretas, seguras y razonables?.
- ¿Por qué y para qué establecer límites horarios en las salidas de nuestros hijos adolescentes?. ¿Por qué fijar, por ejemplo, una hora concreta y estable de regreso a casa?.
- ¿Qué características ha de tener el medio de transporte que nuestros hijos empleen en sus desplazamientos?.
- ¿Qué normas establecer en relación con el alcohol y el dinero?.
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