Hay un artículo de Jesús Jarque: http://familiaycole.com/2014/02/12/tu-hijo-si-puede/ en
el que nos anima a los padres y madres a "creer de verdad en las
posibilidades de nuestros hijos" (les invitamos a entrar en ese enlace-web
y leer su pequeño comentario e incluso en los materiales que propone para
ampliar dicho contenido).
Como parte de este proyecto les animo a tomarse eso muy en serio. Les
invito ahora a entrar en el comentario de un padre de familia que decía lo
siguiente:
"Hace unos años tenía una relación muy difícil con mis hijos,
especialmente con el mayor, porque veía que rendía muy poco en la escuela; en
casa apenas pegaba golpe y se pasaba más tiempo con las maquinitas y la
televisión que estudiando o haciendo cosas relacionadas con su trabajo
principal: los estudios.
El hijo mayor se quejaba de que le agobiaba el ver que "no tenía
tiempo"... pero luego lo perdía de esas maneras; así y todo, procuramos
facilitar que tuviera ese tiempo haciéndole nosotros todas las tareas de casa
propias del hogar: hacer la cama, ordenar y limpiar su habitación,... pero los
resultados eran los mismos.
La calma fue desapareciendo y empezaron las broncas, día sí y otro también.
Arrestos sin tele ni juegos, entrevistas con su profesorado que provocaban
mayor conflicto todavía porque me encendían y cuando llegaba a casa... ¡otra!.
No digo nada cuando llegaban las notas, era mortal de necesidad. Como padres
nos dábamos cuenta de que aquella dinámica era muy nefasta pues ni conseguíamos
lo que nos proponíamos ni tampoco estábamos bien en este tipo de relación, más
bien se deterioraba todo mucho.
Un día, en una entrevista que tuve con su tutora antes de entregar las
notas de la siguiente evaluación ella me dijo: "Mire, quiero comentarle
que su hijo le tiene pavor, le hemos aprobado alguna que también tenía
suspendida pero lo hemos hecho para aminorar en todo lo posible el sufrimiento
de su hijo: tiene mucho miedo a su reacción. Él dice que usted ni le pega ni le
insulta... pero no le gusta nada ver cómo se enfada y... está aturdido, no sabe
ni cómo reaccionar. Hace unos días en clase...[...] pero me imploró que no se
lo contara a usted; yo sé que se lo puedo contar y sé que no va a pasar nada
malo,... pero para que usted vea hasta qué punto está la cosa".
Cuando llegué a casa le conté el asunto a mi mujer. Yo había llorado por el
camino, no me esperaba aquel contenido de entrevista que tuve con su tutora, me
sentí profundamente culpable, tremendamente equivocado en mis métodos,... pero
no sabía cómo hacer, como desandar lo mal andado, cómo continuar después.
Charlamos, mi mujer acogió mis sentimientos, recogió mis pedazos rotos,... pero
también me indicó cosas que ya sabía... pero no practicaba,... pero juntos
diseñamos más o menos una serie de actitudes que debíamos observar para con
nuestros hijos.
Llegaron aquella tarde nuestros hijos a casa y traté de poner en práctica
nuestras resoluciones". [...].
Se puede cambiar.
Aquel padre no cambió radicalmente, como tampoco su hijo; pero sí se
estableció gradualmente ese cambio buscado y las claves de ese cambio fueron
las siguientes:
- MANTENER LA CALMA. Evitando que
la frustración o la ansiedad provocara malestar y enfado con los hijos y
también evitando la constante "proyección" que a veces los
padres solemos ejercer sobre nuestros hijos: nos hacemos una idea de lo
que debieran ser sus metas y no aceptamos al mismo tiempo el punto en el
que ahora se encuentran.
- INVITAR AL DIÁLOGO. Acoger en
primer lugar el estado emocional de nuestros hijos, analizar juntos sus
causas y buscar maneras de cómo sentirse mejor sin ideas preconcebidas.
- APOYAR SUS PROPUESTAS. Los
hijos saben muy bien lo que les pasa y lo que están haciendo; conocen
también los efectos de lo que hacen. Así que "cuando ellos planteen
lo que podrían hacer para evitar los malos resultados o los errores cometidos...
apoyemos sus ideas, pactemos juntos la manera de llevar seguimiento de
esos compromisos".
- REFORZAR LO POSITIVO.
Invitarles a descubrir ellos mismos esa positividad (cuando han estado muy
"machacados" les cuesta muchísimo ver lo bueno de sí mismos) revisando
el día, el cómo consiguieron aprobar una prueba, terminar un trabajo,
tener buenos amigos, hallar sus cosas en su habitación sin volverse locos
buscándola, tener una buena salud e higiene,... y animándoles a poner en
juego todos sus recursos personales para alcanzar nuevas metas.
- BUSCAR ALTERNATIVAS A LO
NEGATIVO. Pero buscarlas juntos, ni siquiera es necesario imponerlas. Como
seguro que habrá cosas que "necesitan mejorar" planteemos:
"¿Cómo podrías haber hecho esto de manera que hubieras obtenido mejor
resultado?, ¿qué alternativas tenemos ahora que ya está hecho?, ¿cómo
mejorar, ¿qué vas a hacer en concreto?". No se trata de restregar los
errores y menos aún de poner calificativos a su persona (eso nunca) sino
de aprender de los errores y ser constructivos a partir de ellos.
- ENSEÑARLES A MANTENER LA CALMA.
Si nosotros la mantenemos... ya les estamos enseñando a ellos a hacer lo
mismo. Aceptar un mal resultado, aceptar las limitaciones o
inconvenientes, sin automachacarse (siguiendo las estrategias 4 y 5 de
estas claves). Centrarse más en lo que les conviene hacer en el presente y
en adelante que en el pasado.
- RESPONDER A SUS NECESIDADES.
Que no es lo mismo que "darles todo lo que pidan" ni tampoco
ponerles en bandeja algo que ni siquiera están solicitando. Para saber
bien qué necesitan es preciso el DIÁLOGO, ampliar y profundizar en nuestra
comunicación padres-hijos.
- CREAR COMPLICIDAD. De tal
manera que se pueda hablar todo y sin tapujos. Esta complicidad se hace
tanto mayor y más intensa cuanto más bidireccional sea la comunicación: no
se trata de "saber TODO del hijo" sino de que de la misma manera
que ellos nos hablan de sí mismos, también nosotros compartamos con ellos
lo que vivimos, lo que pensamos y sentimos, con naturalidad, sencillez,
humildad.
- DEFINIR PAPELES. Que haya
complicidad con los hijos no significa prescindir de nuestro papel de
"padres educadores". Las pautas educativas a seguir las marcamos
nosotros, los padres; las normas esenciales las ponemos nosotros y
nosotros somos quienes las sancionamos. Otra cuestión es el grado de
participación que en esto tengan los hijos pero es a los padres y madres a
quienes nos compete tomar decisiones en última instancia. Los hijos
necesitan experimentar la seguridad y nadie más apropiado que los padres
para aportarla.
Si mantenemos estas actitudes y lo hacemos con serenidad y sin perder jamás
de vista los objetivos que pretendemos... podrá haber rodeos, tendremos que
reconducir historias a veces,... pero manteniendo la mirada en esa meta que
buscamos... la alcanzaremos.
El padre que compartió su experiencia y que hemos reproducido en síntesis
aquí... comentó en otra reunión al cabo de un año y algo: "Desde
que nos propusimos llevar a la práctica otra forma de comunicarnos... todo ha
cambiado muchísimo; nuestros hijos siguen sacando algún suspenso pero ya no es
lo de antes; nuestros hijos todavía necesitan mejorar y los padres también,
pero ¿saben?, ya no son los resultados los que marcan nuestra relación
padres-hijos sino que es esta relación nueva la que está marcando los
resultados". (No son éstas exactamente las palabras, como tampoco la primera parte, nos es
imposible reproducir todo al mínimo detalle, pero ése fue el sentido de su
aportación).
PARA NUESTRA REFLEXIÓN:
- ¿Pasamos por situaciones así
también nosotros, como la de este padre cuya experiencia nos ha servido de
base para este artículo?. ¿Cómo lo resolvimos, cómo reconducimos la
situación?.
- ¿Qué otras actitudes establecer
y mantener con los hijos cuando parece que están rotos todos los puentes
entre nosotros y ellos?.
- ¿Cómo andamos de confianza en
nosotros mismos para atrevernos a emprender el cambio aún a pesar de todo
lo mal que nos parezca que estamos?.
- ¿Es importante esa confianza en
nosotros mismos para poder confiar también en nuestros hijos?, ¿por qué?.
¿Cómo hacer para que también nuestros hijos confíen en sí mismos y lograr
los cambios que les ayuden a entrar en el camino de su plena realización
personal, de su felicidad?.
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