Decía un tal “Alemany” que “somos capaces de percibir, elaborar y comprender el mensaje contenido en 600 palabras por minuto, mientras que emitimos normalmente entre 100 y 140”. Eso evidencia que “tenemos mayor capacidad de escuchar que de hablar”, pero como ocupamos gran parte de la mente -tiempo libre mental- con las respuestas ya sabidas, prejuicios, etc... la capacidad de escucha disminuye ostensiblemente.
Calidad en la escucha.
Seamos capaces de ESCUCHAR las palabras y lo que hay detrás de ellas: atender los sentimientos y lo que subyace tras ellos; estar pendientes del lenguaje verbal y no verbal,... Ésa es la actitud que puede ayudarnos a superar los obstáculos en el ejercicio de la escucha.
“Cuando uno se siente escuchado tiene la cálida percepción de tener valor a los ojos del interlocutor” (Brusco A. “Saber escuchar”).
A fin de cuentas, pues, “escuchar es centrarse en las verdaderas necesidades del otro”. Abraham Maslow estableció así estas necesidades:
- Necesidades fisiológicas.
- “ de seguridad.
- “ de amor y pertenencia.
- “ de estima y reconocimiento.
- “ de autorrealización.
- Con una mirada capaz de expresar y acoger pensamientos y sentimientos.
- Con expresiones verbales que demuestren que estamos siguiendo perfectamente la comunicación.
- Con el respeto a los silencios y a las explosiones de emotividad fuerte.
- Evitando todo juicio moralista sobre
las expresiones del otro o cualquier otra intromisión de las “voces que murmuran dentro de nosotros”.
OBSTÁCULOS DE LA ESCUCHA pueden ser muchos: desde los meramente ambientales (ruidos, espacios inadecuados, olores desagradables,...) hasta los del área emocional (nuestros propios sentimientos,..) o mental (prejuicios morales, culturales,...). Algunos de estos obstáculos (aquéllos que sí podemos abordar siempre) son:
- ANSIEDAD: Estar más preocupados de dar “una buena respuesta” que de saber claramente qué nos están diciendo; tenemos demasiadas respuestas aprendidas (y quizás a sus planteamientos no le vienen bien ninguna de nuestras respuestas prefabricadas).
- SUPERFICIALIDAD: Generalizar, no entrar a fondo en las cuestiones, huir de abordar sentimientos; si hacemos esto... no hay personalización.
- TENDENCIA A JUZGAR: Imponer rápidamente nuestros criterios, decir lo que está bien y lo que está mal, desde nuestros esquemas personales, ideas culturales, políticas, éticas,... en lugar de centrarnos en lo que el hijo o hija expone.
- IMPACIENCIA, IMPULSIVIDAD: Impide que el hijo pueda hablar, expresarse hasta el final; no respetar sus ritmos.
- PASIVIDAD: Tendencia a dar siempre la razón, poniendo, incluso, en entredicho la ética de la propia familia; se pierde con ello la capacidad de intervención activa y confrontadora en el momento oportuno, además de caer en el grave perjuicio del “colegueo”.
- PREDICACIÓN: Dar pequeños -o grandes- sermones tratando de que el hijo encuentre en ellos las razones de lo que está experimentando y las soluciones a sus problemas. No sirve de nada, francamente.
En pareja, padre y madre, tratar de "hablar cada cual de sí mismo a la pareja" y luego al revés, tratando de poner en práctica la actitud de la "escucha activa" (3 minutos cada uno aproximadamente).
Finalizada la dinámica, analizar el resultado:
- ¿Realmente hemos hablado de nosotros mismos ... o lo que hemos hecho ha sido hablar de otras personas, del trabajo o de otras cosas?.
- ¿Qué lenguajes hemos descubierto en nuestra pareja: verbales y no-verbales, cuándo, en qué momentos?.
- ¿Qué sentimientos hemos detectado en nuestra pareja cuando se ha expresado?.
- Uno y otro ¿nos hemos sentido "escuchados"?, ¿en qué lo hemos notado?; si no nos hemos sentido escuchados ¿que nos ha llevado a pensar y sentirnos así?.
- ¿Qué dificultades descubrimos en nosotros mismos que puedan entorpecer nuestra "capacidad de escucha" hacia ellos?. ¿Cómo corregirlas? (escuchar nuestras recíprocas sugerencias al respecto).
- ¿Qué cualidades o valores nos reconocemos mutuamente en la dinámica de comunicación y escucha antes realizada?. ¿Cómo potenciarlas más todavía y desarrollarlas? (sugerencias mutuas al respecto).
- Proponernos personalmente -cada uno y como pareja, padres y educadores de nuestros hijos- compromisos y actitudes claras y concretas a desarrollar en nuestra relación con los hijos "a partir de ahora" y orientarnos mutuamente en las maneras idóneas de llevar eso a la práctica.
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:
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