La adicción al teléfono móvil es, para
muchos, la enfermedad del siglo XXI. Tanto que, según los expertos, el miedo a
estar sin el teléfono se puede diagnosticar ya como un trastorno para una gran
parte de la población, sin que los afectados sean conscientes de ello.
"El
mejor teléfono móvil, ya sea con internet o sin él, un smartphone o un
"zapatófono" de toda la vida, es aquél que usamos sólo cuando de
verdad nos es útil. Y aquél del que podemos prescindir sin que nos ocasione
ningún tipo de alteración".
¿Cuántos están en condiciones, hoy en día, de poder decirlo?.
¿Cuántos están en condiciones, hoy en día, de poder decirlo?.
Que
levante la mano quién es capaz de dejarse el móvil en casa y no tener un deseo
irrefrenable de volver a por él. Quién se ha quedado sin batería una tarde y no
ha tenido la sensación de estar ilocalizable. Quién ha salido sin teléfono y no
ha albergado la sospecha de que precisamente esas horas recibirá una llamada
importante que no podrá atender. Y sobre todo: quién ha salido del cine o del
teatro en alguna ocasión y ha aguantado hasta la puerta de la calle sin revisar
sus llamadas o mensajes perdidos.
Quien
no pueda responder satisfactoriamente a estas preguntas, que se quede con este
nombre: nomofobia. Es el término, abreviatura de la expresión inglesa
'no-mobile-phone phobia', que los expertos han puesto al miedo a estar sin el
teléfono móvil, y que –dicen- es la enfermedad del siglo XXI. ¿Cuántos usuarios
de este dispositivo la padecen?.
Adicción
al teléfono móvil.
El
último de los estudios sobre adicción al teléfono móvil arroja, desde luego,
conclusiones preocupantes: el 66% de la población británica padece nomofobia,
según una encuesta que acaba de hacer pública la firma OnePoll basándose en mil
entrevistas. La dependencia ha llegado a tal punto que el 41% de los usuarios
del Reino Unido tiene dos teléfonos o más para estar permanentemente conectado.
Hace
cuatro años, una encuesta similar cifró en el 53% el porcentaje de personas
adictas al móvil, trece puntos por debajo, lo que da una idea del ritmo de
crecimiento de este trastorno, tanto como la frecuencia con la que se hace uso
del teléfono. Por término medio, cada usuario consulta su móvil 34 veces al
día. Teniendo en cuenta que muchos de ellos siguen haciéndolo sólo
ocasionalmente, es fácil hacerse una idea de la dependencia del teléfono móvil
que tienen algunos.
Y
claro, ante un bien tan preciado, y como ocurre con cualquier tesoro que se
convierte en obsesión, el miedo a perderlo puede llegar a ser aterrador. Según
el estudio, el 70% de las mujeres reconoce tener pánico a perder su teléfono
móvil, frente al 61% de los hombres.
Como es
obvio, la dependencia del móvil es especialmente preocupante entre los más
jóvenes. Francisca López Torrecilla, experta en adicciones y directora del
departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la
Universidad de Granada (UGR) , cifra en el 8% el porcentaje de universitarios
españoles que sufre 'nomofobia'.
Sin
embargo, lo más interesante son las consecuencias que, a su juicio, acarrean
este miedo irracional a no llevar el teléfono móvil encima, y que se resumen en
que los jóvenes se aburren cada vez más con las actividades habituales de ocio.
Según López Torrecilla, los adictos al móvil suelen presentar algunas
características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas
con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en
resolución de conflictos.
Además,
la nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado
o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de
culpa y disminución de la la autoestima.
Niños
adictos al móvil.
- Los expertos alertan del peligro de aplicaciones populares entre jóvenes como Snapchat.
- Destacan que pueden fomentar el 'sexting' o el 'ciberbullying'.
- Abogan por restringir el uso de terminales a los menores de 16 años.
Lo que
antes eran notitas que pasaban de mano en mano en clase hasta llegar al
elegido, ahora son snapshots, mensajes que, a diferencia de lo que sucede con
otras aplicaciones como WhatsApp, Telegram o Line, desaparecen en pocos
segundos. Como aquella frase propia de los espías, la peculiaridad de Snapchat,
madre del invento, es que los mensajes se autodestruyen en pocos segundos,
exactamente entre 1 y 10, a elección del emisor.
En
2014, los adolescentes hace tiempo que han escapado de Facebook, porque tiene
demasiada publicidad y porque lo usan sus padres e incluso sus abuelos. No hay
nada menos apetecible que tener a tu progenitor encima cuando eres pequeño. En
su búsqueda de intimidad, Snapchat se parece al paraíso: rápido, sencillo y muy
lejos de miradas paternas. Enviar a los amigos una imagen de los zapatos
nuevos, o del nuevo corte de pelo y que ésta desaparezca en segundos les da,
además, sensación de seguridad. Si el receptor realiza una captura de la
imagen, el sistema envía un aviso al emisor.
Pero la
seguridad es ficticia. La caducidad propia del Snapchat puede fomentar el
sexting, el bullying y el ciberbullying. Es decir, el intercambio de imágenes
sexuales a través de mensajes, el acoso escolar y el acoso escolar a través de
la red; 10 segundos de margen es tiempo más que suficiente para hacer una
captura de la imagen o incluso una foto del móvil con otro teléfono.
'Los
padres no son conscientes de los daños potenciales porque desconocen el uso de
esta aplicación'.
El
psicólogo Marc Masip, director del Instituto Psicológico Desconect@, es el
ideólogo de FaceUp, una aplicación que permite conocer «el nivel de dependencia
del smartphone» y ponerse a «dieta digital», si fuera necesario. En lo que
respecta a Snapchat, es tajante: lo considera una «estupidez». «No aporta nada
a la sociedad y menos al adolescente, fomenta el sexting y el ciberbullying y
puede generar trastornos: pensamientos suicidas, fobia social, miedo a ir a
clase, tendencia a quedarse encerrado en casa, no querer conocer gente e
incluso hacerse daño a uno mismo», enumera este terapeuta experto en adolescentes
con problemas ocasionados por el uso masivo de las tecnologías.
Imágenes
íntimas.
El
deseo de vivir nuevas sensaciones es propio de la adolescencia, época de
primeros amores y primeras tristezas. «Si no se arredran ante su primera
cerveza o su primer cigarro, muchos menos lo harán ante su primer envío de
imágenes íntimas. No detectan el riesgo porque nadie les ha advertido de ello.
Las cajetillas de tabaco incorporan una advertencia y los aparatos tecnológicos
también deberían llevarla», propone este terapeuta catalán.
Samuel
Fernández, psicólogo especialista en adolescencia y problemas relacionados con
la tecnología del gabinete Cinteco, en Madrid, cree que «los jóvenes no
detectan el peligro porque no perciben el riesgo potencial que hay en enviar o publicar
imágenes y datos personales a terceros o en las redes sociales». Como es
natural en una edad temprana, «carecen de experiencia vital y de perspectiva
futura y eso hace que minusvaloren el riesgo; ni se plantean por un segundo que
las imágenes puedan pasar del ámbito privado al público y, en una fase
evolutiva como es la adolescencia, priman otros factores, como la pertenencia
al grupo, la necesidad de autoafirmación y la definición sexual», menciona
Fernández.
La
razón del éxito de Snapchat entre los más jóvenes es la caducidad de las
imágenes, pero también que los padres desconocen absolutamente todo sobre esta
aplicación creada en 2011. En apenas tres años se ha convertido en la mayor
amenaza del mastodóntico Facebook, que intentó comprarla por tres mil millones
de dólares -2.000 más que los que pagó por Instagram- y no lo consiguió. Evan
Spiegel y Bobby Murphy, los osados fundadores que dijeron no a Marck
Zuckerberg, tienen 22 y 23 años y su start-up está valorada en 60 millones de
dólares. En un día se intercambian alrededor de 60 millones de snapshots, 60
millones de imágenes susceptibles de ser capturadas y, por tanto, viralizadas.
'Lo que
envías por Internet pasa de estar bajo tu control a estar bajo el control de
otros'.
¿Dónde
comienza el riesgo? Masip y Fernández coinciden: el uso temprano o inadecuado
del móvil por parte de los adolescentes y preadolescentes. Según Fernández, «la
compra del terminal se produce por varios motivos: como premio ('si apruebas el
curso te lo compro'), debido a la presión social ('todos mis amigos lo tienen
menos yo') y por tranquilidad paterna ('así podemos tenerlo localizado')».
Para
Masip, es improcedente que los niños entre nueve y 13 años tengan un teléfono.
«Los padres no tienen ni idea del daño potencial que supone darle un móvil a
sus hijos demasiado pronto. Si la tuvieran, seguro que no se lo regalaban con
tanta facilidad, porque crea una adicción psicológica. Aunque aún no esté
homologada, algún día lo estará».
Masip
propone que la Administración elabore una asignatura sobre el manejo de las
nuevas tecnologías y que el uso del móvil no se generalice antes de los 16 años: «A partir de los 16
años, porque tenerlo antes tiene serias desventajas: falta de sueño, estados de ánimo
ligados a tener o no tener el móvil consigo y nerviosismo. En el futuro, cuando
los adolescentes de ahora tengan 25 o 40 años, «estarán demasiado acostumbrados
a comunicarse a través de pantallas, y poco a hacerlo cara a cara, no tendrán
habilidades sociales y serán cobardes en la vida social real», vaticina.
Economía
del lenguaje.
También
tendrán carencias lingüísticas y relativas a la expresión oral. Dice la
psicóloga logopeda Paloma Tejada que «a veces comprueban en las aulas menor
riqueza en la expresión oral y escrita» porque desarrollan un hábito de
economía de lenguaje con el uso incesante de aplicaciones como WhatsApp. Tejada
enseña lenguaje en la universidad, ahora en el Centro La Salle, desde hace 20
años. Lo tiene claro. «Esto no era así. Ahora me encuentro con una expresión
oral muy pobre, casi coloquial, hasta en alumnos de cuarto año». Para la
profesora de Técnicas de Expresión de la Universidad Carlos III Sara. R.
Gallardo, «es imposible saber las consecuencias a largo plazo». «Pero, a corto
plazo, los estudiantes tienen diferentes registros. Ellos saben, o hay que
enseñarles, que no se habla igual con tus padres, que con tus amigos, que en
las diferentes etapas de la vida».
Otro
problema es la brecha digital generacional. Cuenta Fernández que «los padres no
son conscientes de los daños potenciales porque desconocen el funcionamiento de
aplicaciones como Snapchat». «Es necesario que los padres se familiaricen con
la tecnología», advierte. Los síntomas de que algo está sucediendo son bastante
evidentes: «cambios negativos en el rendimiento escolar, aislamiento familiar y
social, cambios en el estado de ánimo, quejas o somatizaciones antes de acudir
al instituto...».
Ambos
psicólogos utilizan terapias cognitivo-conductuales. En el caso de Masip, su
Programa Desconect@ considera imprescindible que «los padres se involucren al
100%». «La familia es nuestro paciente», sostiene, «y los padres llegan a tener
un 70% de responsabilidad en la mejoría de los adolescentes. Los métodos son
novedosos, porque también lo es esta enfermedad».
A
través de paseos, juegos, deberes y conversaciones en el despacho, Masip trata
a jóvenes con falta de autoestima, con carencias de afecto, con problemas entre
sus iguales, con fobias, trastornos y falta de seguridad provocadas por el uso
masivo de las nuevas tecnologías. Busca en ellos «un cambio de chip», una
metáfora digital para describir el regreso a una vida un poco más analógica, y
las posibilidades de éxito son «altísimas». Fernández también tiene muchas
esperanzas, aunque matiza que «las posibilidades de éxito dependen de muchos factores:
los padres, el daño ocasionado, su expansión, las características del
adolescente, sus habilidades sociales y el tiempo transcurrido desde que
comenzó el problema». «Si se coge en sus primeras fases, la respuesta en el
ámbito académico y familiar es adecuada y el paciente cuenta con recursos y
está implicado en el proceso, aumentan exponencialmente», concluye.
Psicólogo
de formación y detective de profesión, Fernando Mairata es uno de los primeros
preocupados en España por Snapchat. Considera que dar un móvil a un
preadolescente «es como dejarle ir por la calle sin saber cruzar solo», y se
atreve a mencionar grandes peligros: «Una foto inocente de un niño no es lo
mismo para un perturbado». «Los adolescentes dan mil vueltas a sus padres en el
conocimiento tecnológico, pero no saben qué es un pederasta. Con un perfil
falso y cuatro discursos de 'tú eres especial', conseguirán que los menores les
envíen fotografías pensando que 'total, desaparecerán en 10 segundos', cuando
eso es completamente irreal».
Sensación
de privacidad.
En Vigo, un hombre de 38 años fue detenido en el marco de la operación Castaja
como presunto autor de al menos 13 delitos contra la libertad e indemnidad
sexual por corrupción de menores y ciberacoso mediante lo que se conoce como
grooming (en inglés, acicalar), técnicas de acercamiento que un adulto emplea
para ganarse la confianza de un menor con la intención de abusar sexualmente de
él. Se han identificado 13 víctimas de entre 11 y 17 años, pero no se descarta
que sean más, hasta 142. La investigación se inició cuando una madre de Granada
denunció que, revisando el móvil de su hija, había visto que un adulto le
enviaba material pornográfico. Abordó a la adolescente en una red social y, una
vez recibía los primeros archivos, amenazaba con hacer públicas las imágenes en
las redes sociales.
En
mayo, las autoridades norteamericanas acusaron a Snapchat de engañar a los
usuarios en lo que respecta a la efímera naturaleza de sus mensajes. La
Comisión Federal de Comercio de EEUU llegó a mencionar la palabra «engaño» en
relación a «la cantidad de datos personales que recoge, las medidas de
seguridad adoptadas para proteger esa información y el mal uso o divulgación no
autorizada de los archivos». Snapchat ha agachado la cabeza. No será multado
pero, a cambio, estará obligado a ser controlado durante 20 años por una
institución independiente que velará por la intimidad de los usuarios. Si
Snapchat viola este acuerdo, podría enfrentarse a sanciones económicas.
«Si es
digital, es hackeable», sostiene el especialista en ciberseguridad John Sileo,
para quien, en la actualidad, «los compañeros de clase tienen información sobre
el resto que antes jamás hubiera podido tener». Cuenta este gurú de la
intimidad en internet que, en EEUU, ya hay colegios privados que contemplan en
sus programas de estudios la enseñanza del social media a los jóvenes, de la
misma forma que se enseña Matemáticas. «Los padres tienen la obligación de
aprender y ponerse por delante de sus hijos».
'The snappening', la fisura de la red que permite la filtración de archivos.
El 13 de octubre de 2011 se filtraron 200.000 fotos de Snapchat en el foro de
4Chan, el mismo lugar en el que, en verano, aparecieron fotos de famosos como
Rihanna y Kim Kardashian (el 'Celebgate'). Un suceso que, jugando con la palabra
inglesa 'happening' -algo que está pasando- se dio en llamar 'snappening'.
Algunos usuarios del foro 4Chan que descargaron las imágenes avisaron al resto
de no hacerlo en cuanto se dieron cuenta de que había «pornografía infantil».
«Os sugiero que no lo descarguéis, yo lo he borrado en cuanto lo he visto. No
forméis parte del 'snappening', no lo 'bajéis', no lo compartáis, simplemente
alejaros», escribió uno de los usuarios. Otros insistían en lo mismo señalando
que la edad de los usuarios de Snapchat se sitúa entre los 13 y los 17 años.
(Fuente: Diario LA RAZÓN, E. Villar, 23 de marzo 2012)
- Uso educativo de la telefonía móvil.
- Uso educativo de las redes sociales.
- Uso educativo de internet.
PARA LA REFLEXIÓN EN FAMILIA:
Sugerimos entrar en los enlaces-web que se abren cuando con el ratón pasamos por el texto de este artículo: snapshots, snapchat, sexting, bullying, ciberbullying, grooming,... para conocer detalles que aclaren mejor lo que el autor de este artículo pretende dar a conocer.
Proponemos también abrir un amplio diálogo con nuestros hijos al respecto donde prime la sinceridad y comprensión en su justa medida de las advertencias que el artículo expone y busquemos juntos maneras de evitar la dependencia del móvil y también de todos los posibles daños que su mal uso pueda provocar en los demás y también en nosotros mismos.
hOla... yo soy super adcita al telefono y al internet prefiero estar metida navegando que hablando con una persona ya que me aburre personalmente.. ahora si me gusta hablar con gente por el ws y el instagram
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