Decía un tal “Alemany” que “somos capaces de percibir, elaborar y comprender el mensaje contenido en 600 palabras por minuto, mientras que emitimos normalmente entre 100 y 140”. Eso evidencia que “tenemos mayor capacidad de escuchar que de hablar”, pero como ocupamos gran parte de la mente -tiempo libre mental- con las respuestas ya sabidas, prejuicios, etc... la capacidad de escucha disminuye ostensiblemente.
jueves, 27 de septiembre de 2012
Y... ¿qué es "escuchar"?
“Escuchar
es centrarse en el otro” pero “centrarse en el otro” no es tan fácil: se
consigue haciendo un esfuerzo: un vacío de nosotros mismos. Supone hacer callar
al conjunto de voces que murmuran dentro de nosotros y que se llaman
“recuerdos, remordimientos, alegrías, preocupaciones, prejuicios respecto del
otro, sentimientos e ideas diferentes,...”. Por eso es tan difícil ESCUCHAR (a
veces creemos que estamos escuchando y lo único que estamos haciendo es “oír” y
con dificultades).
Decía un tal “Alemany” que “somos capaces de percibir, elaborar y comprender el mensaje contenido en 600 palabras por minuto, mientras que emitimos normalmente entre 100 y 140”. Eso evidencia que “tenemos mayor capacidad de escuchar que de hablar”, pero como ocupamos gran parte de la mente -tiempo libre mental- con las respuestas ya sabidas, prejuicios, etc... la capacidad de escucha disminuye ostensiblemente.
Decía un tal “Alemany” que “somos capaces de percibir, elaborar y comprender el mensaje contenido en 600 palabras por minuto, mientras que emitimos normalmente entre 100 y 140”. Eso evidencia que “tenemos mayor capacidad de escuchar que de hablar”, pero como ocupamos gran parte de la mente -tiempo libre mental- con las respuestas ya sabidas, prejuicios, etc... la capacidad de escucha disminuye ostensiblemente.
domingo, 9 de septiembre de 2012
Aprender a escuchar a nuestros hijos
Para aumentar la
autoestima de nuestros hijos es importante que les prestemos atención, que
mostremos interés y disposición para escucharlos y que los escuchemos
realmente.
Si queremos realmente a nuestros hijos, tenemos que demostrárselo. Y la mejor forma de hacerlo es escuchándoles.
Cuando nos dedicamos a escuchar a alguien le estamos diciendo: “Eres importante. Lo que haces me interesa. Tú me interesas”.
Decimos de los adolescentes: “Es que no hablan, son como mudos, no dicen nada, se encierran con su música en la habitación y se callan…”.
Puede ser así. Pero muchas veces escuchamos a los hijos a medias: por falta de tiempo, porque no le damos importancia, por no saber cómo hacerlo…
O ni siquiera les dejamos hablar, cuando son pequeños, por ejemplo, porque lo decimos todo nosotros.
Necesitamos aprender a ser buenos oyentes, o "escuchantes" -como dicen algunos-. Para que ellos también lo sean con nosotros y con los demás.
Si queremos realmente a nuestros hijos, tenemos que demostrárselo. Y la mejor forma de hacerlo es escuchándoles.
Cuando nos dedicamos a escuchar a alguien le estamos diciendo: “Eres importante. Lo que haces me interesa. Tú me interesas”.
Decimos de los adolescentes: “Es que no hablan, son como mudos, no dicen nada, se encierran con su música en la habitación y se callan…”.
Puede ser así. Pero muchas veces escuchamos a los hijos a medias: por falta de tiempo, porque no le damos importancia, por no saber cómo hacerlo…
O ni siquiera les dejamos hablar, cuando son pequeños, por ejemplo, porque lo decimos todo nosotros.
Necesitamos aprender a ser buenos oyentes, o "escuchantes" -como dicen algunos-. Para que ellos también lo sean con nosotros y con los demás.
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